Ganadería regenerativa, reverdecer el planeta sin renunciar a la carne

Román Jiménez tiene en su nuca un tornillo estrella. Es un implante microdermal; su alegoría personal sobre no perder la cabeza. Este geminiano de 44 años y dragón de fuego, según el horóscopo chino, nació en una finca cerca de Pereira, Risaralda, en la que creció, estudió y permaneció hasta los 12 años. Tras mudarse a la ciudad, le dio la vuelta al mundo y regresó a Colombia al reconocer que su destino sería el mismo de sus ancestros: ganadero. Aunque un ganadero diferente.

Su padre falleció cuando Román tenía 11, por lo que terminó siendo el eje en un hogar de mujeres. Aunque su familia era conservadora, a los 14 años se realizó su primer tatuaje y —poco después― se dejó el cabello largo que aún conserva. Hoy, entre la galería de figuras grabadas en su piel, sobresale en su antebrazo izquierdo una flor alusiva a su mamá, fusionada con una triqueta que representa la unión de cuerpo, mente y espíritu; así como la vida, la muerte y el renacimiento.

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