¿Qué es la permacultura social? ¿Cómo puede ayudarnos a diseñar relaciones humanas regenerativas?

Una cantidad de proyectos valiosos suelen fracasar porque las personas no logramos llevarnos bien. Los obstáculos más grandes no suelen ser de índole económica o técnica o por falta de visión, sino que están íntimamente vinculados a la necesidad de aprender a colaborar y convivir, a saber escucharnos, a incorporar miradas diversas, a lograr diseñar comunidades unidas y resilientes. Hoy la permacultura puede darnos una solución.

La permacultura es mundialmente reconocida como un sistema de diseño de ambientes humanos sostenibles. Con la naturaleza como guía y maestra, es una disciplina que estudia sus patrones y dinámicas para luego incorporarlas en sistemas agrícolas saludables. Surge en Australia a mediados de los años 70 con especial foco en el diseño ecológico de áreas productivas capaces de sustentar a familias, comunidades e incluso bioregiones de un modo integral. La permacultura busca soluciones específicas para cada área geográfica, interpretando las características de cada comunidad, la salud sistémica de los ecosistemas y aprovechar al máximo la energía entregada por la naturaleza.

Se basa en tres principios éticos que funcionan en total interconexión: el cuidado de la Tierra, el cuidado de las personas y la repartición justa. La cultura del cuidado es el centro filosófico de la permacultura, asumiendo que la verdadera armonía no se puede lograr si alguna de estas tres éticas no se cumple. Cuenta también con 12 principios de diseño que nos enseñan a establecer un vínculo profundo con la naturaleza al momento de proyectar y trabajar en nuestros emprendimientos productivos. Estos principios aconsejan observar detenidamente a la naturaleza antes de iniciar cualquier tipo de intervención material. La observación nos permite descifrar las respuestas que sutilmente se encuentran en los entornos naturales.

La zonificación es una herramienta central de la permacultura para planificar eficientemente cómo se van a organizar los elementos dentro de nuestros proyectos en base a la frecuencia del uso humano y las necesidades de plantas o animales. Los elementos que necesitan atención frecuente, se encuentran más cerca de la vivienda como podría ser la huerta, y los que necesitan menor contacto, como un bosque, se encuentran más lejos. Partiendo entonces de la zona 0 donde normalmente se ubica la casa o el núcleo de la actividad, se irá extendiendo y alejando hasta la zona 5, en la que con mínima intervención humana la naturaleza puede florecer en todo su esplendor.

¿Cómo podemos utilizar estos principios y herramientas de la permacultura para observarnos a nosotros mismos y hacer un mejor diseño de nuestro paisaje interior? Lograr vínculos humanos saludables es un inmenso desafío. En todo el proceso para lograr la armonía colectiva, el trabajo personal es también determinante. Es difícil lograr cambios positivos en el mundo exterior sino profundizamos en el trabajo interior, en el autoconocimiento y en la transformación de hábitos personales que no nos permiten evolucionar como seres humanos.

Crédito de la foto: Amartya.org

Para quienes llevan adelante una diversidad de proyectos utilizando los principios y éticas permaculturales es relativamente simple, luego de adquirida cierta experiencia y conocimientos, diseñar sistemas productivos saludables desde una perspectiva ecológica, pero cuando se incursiona en la profundidad de los vínculos humanos la situación suele ser más compleja. Es aquí cuando nos preguntamos cómo utilizar esa misma metodología para diseñar mejores relaciones humanas. ¿Cómo fortalecer los campos sociales de confianza para que nos permitan nutrir relaciones virtuosas? ¿Cómo posibilitar desde allí la emergencia del “Gran Giro” del que nos habla Joanna Macy hacia sociedades que sustentan y celebran la vida?

La permacultura social nos ayuda a desarrollar zonas de diseño similares a las que utilizamos para diseñar un paisaje productivo sostenible, pero aplicadas a los vínculos humanos para transitar hacia una cultura regenerativa. La zona cero, sería la del auto cuidado, de la regeneración personal. La zona uno esta vinculada a las relaciones más íntimas; familia, pareja, hijos, amigos, compañeros de trabajo. Se ocupa de la prevención y sanación de los conflictos con nuestras relaciones más cercanas. Las zonas dos y tres están vinculadas al diseño de organizaciones y comunidades. Y las zonas cuatro y cinco apuntan al fortalecimiento de los movimientos sociales, a la construcción de redes y al diseño de políticas públicas regenerativas.

En su libro “Personas & Permacultura” Looby Macnamara argumenta que la zona cero es donde tenemos una mayor capacidad de impacto. Si no manejamos bien nuestra propia zona interior, si no logramos encarnar el cambio que proponemos, esto termina teniendo efectos negativos en el resto de las zonas. Es dentro de nuestro propio paisaje interior donde podemos cultivar compasión, amor, entendimiento y resiliencia. Desde aquí es desde donde podemos nutrir e inspirar a otros a seguir construyendo relaciones regenerativas.

Las herramientas de intervención que podemos utilizar en la permacultura social son diversas para cada una de las zonas de diseño. En la zona cero, aquella del cuidado interior, de la regeneración personal, nos focalizamos en la ampliación de la conciencia, priorizando la salud de mente, cuerpo y espíritu, ya que cultivar nuestro bienestar es central para contribuir a relaciones virtuosas e impactar positivamente en nuestro trabajo y comunidades. En esta zona cero buscamos fortalecer la autoestima, incorporar hábitos positivos como la observación interior, el registro de nuestras emociones, sensaciones y pensamientos, y alimentar una actitud de aprendizaje constante que nos ayude a transformar pequeños patrones en nuestras vidas para salir de la zona de confort y nutrir espirales de crecimiento interior. Por ejemplo, la Escucha Corporal o Focusing desarrollada por Gene Gendlin, propone brindar atención a las sensaciones corporales al punto de reconocer en ellas el entorno y la historia personal. A través de la escucha es que estos aspectos internos van cambiando, permitiendo una conexión y comunicación con la corporalidad que nutre todos los aspectos personales en forma cotidiana.

La zona uno trabaja con la comunicación asertiva, se focaliza en la calidad de las conversaciones y en la escucha profunda porque las relaciones humanas se fundan principalmente en nuestras formas de conversar y en nuestra capacidad de escucharnos. Nuestro bienestar se basa en una buena comunicación. “En el conversar construimos nuestra realidad con el otro. No es una cosa abstracta” dice el biólogo y filosofo chileno Humberto Maturana “El conversar es un modo particular de vivir juntos en coordinaciones del hacer y el emocionar. Por eso el conversar es constructor de realidades. Al operar en el lenguaje cambia nuestra fisiología. Por eso nos podemos herir o acariciar con las palabras. Cambiemos nuestras conversaciones y crearemos un mundo distinto”. La calidad de nuestras conversaciones determina la calidad de nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos.

Las zonas dos y tres profundizan en la gobernanza horizontal de nuestras instituciones, en el cooperativismo, la igualdad de género, el diseño participativo y colaborativo. En el desarrollo de un nuevo tipo de liderazgo, que sea resiliente, que logre superar el “poder sobre” otros hacia el “poder con” otros. Liderazgos regenerativos que nos ayuden a rediseñar la presencia humana en la Tierra. Al decir de Aldo Leopold, necesitamos liderazgos que nos inspiren a preservar la integridad, la belleza y la estabilidad de las comunidades bióticas. Otra enseñanza central de la permacultura social es observar con atención la periferia de la sociedad. Poner atención en los movimientos que normalmente son considerados marginales, porque allí, al igual que en los bordes de los ecosistemas, podemos encontrar respuestas valiosas. Soluciones de nuestro sistema inmunológico social a enfermedades colectivas. La historia demuestra que cambios culturales significativos se han gestado en el seno de comunidades que habitan los márgenes del sistema, y que luego de un tiempo de impulsar soluciones transgresoras logran transformar el status quo.

Las zonas cuatro y cinco buscan un impacto positivo en la legislación, en el diseño de sistemas educativos comprometidos con la alfabetización ecológica, que honren la sabiduría interna de los estudiantes y que incorporen un aprendizaje holístico abarcando mente, corazón y manos. En el fortalecimiento de sistemas de salud pública con una mirada integral, basados en la prevención, en la creación de conciencia, en tratar las causas de las enfermedades y no los síntomas. Por último, en estas zonas se fomenta la construcción de alianzas, redes y movimientos sociales para acelerar la transición hacia una civilización que tenga como prioridad sustentar la vida. Todas estas son sólo algunas herramientas concretas que podemos utilizar en el diseño de relaciones humanas regenerativas.

La dimensión social de la permacultura es de gran ayuda para lograr interser con el resto de los seres humanos. El monje budista Thich Nhat Hanh trae este maravilloso concepto del interser, todo está hecho de todo lo demás, y utiliza el ejemplo de una flor para clarificarlo “Si miras profundamente en una flor, veras que una flor está hecha solo de elementos que no son una flor; la luz del sol, la lluvia, la tierra, la mano del jardinero, nuestra propia conciencia, etc. Si devolvemos todos estos elementos a la fuente, no habrá flor. Entonces podemos decir que una flor está llena de todo en el cosmos. Pero no tiene un yo separado, si miras una flor puedes reconocer cada elemento del cosmos. Solo una cosa que no puedes ver en una flor, una existencia separada del resto, por lo tanto, podemos decir que una flor no puede ser por si sola una flor, tiene que interser con todo lo demás” esta explicación maravillosa de la interdependencia de todos los seres también la debemos llevar a los seres humanos. No podemos evolucionar sin otros, somos interdependientes, nos necesitamos mutuamente, tenemos que aprender a colaborar.

La interdependencia debe ser puesta en valor por nuestras sociedades, argumenta Macnamara. No hay manera de desarrollarnos plenamente de forma individual, necesitamos si o si del otro, solo podemos ser en cuanto somos con otros. La permacultura social se presenta como una gran herramienta de aprendizaje para lograr interser armónicamente con el resto de los seres humanos. El apoyo mutuo es una parte vital de nuestra existencia humana, la interdependencia es el patrón común en la naturaleza. Nuestras necesidades básicas de amor, afecto y conexión solo pueden venir de otras personas. El dar y recibir apoyo mejora nuestra calidad de vida, aumenta la posibilidad de desplegar nuestro propio potencial y ayuda a mantener nuestro bienestar. Crear ambientes que nos nutren permiten que la colaboración y el apoyo mutuo se multipliquen en todos los sentidos, y como dice el principio permacultural de integración “muchas manos alivianan el trabajo”.

En cualquier lugar donde hay vida hay redes. -al decir de Fritjof Capra-. Las redes son patrones comunes a toda forma de vida, la permacultura social nos puede ayudar a fortalecer nuestras redes humanas, nuestros vínculos humanos, para lograr generar todas las condiciones conducentes a la vida. El verdadero florecimiento del ser humano solo se puede dar de forma colectiva.

Por ultimo, y teniendo en cuenta que la permacultura social tiene como objetivo el diseño del paisaje interior de cada ser humano, resuena siempre una frase del gran maestro Masanobu Fukuoka “El fin último de la agricultura no es crecer alimentos, sino el cultivo y el perfeccionamiento de los seres humanos”.

Creemos que la permacultura social es una gran herramienta para los desafíos que enfrentamos como sociedad global. Está claro que no podemos vivir solos, que no podemos salir solos de esta crisis sistémica, ni como individuos ni como instituciones, nuestra supervivencia está ligada a quienes mejor logren cooperar y ser más interdependientes. Tendremos que aprender a brindar y recibir ayuda, a ser resilientes, a compartir lo que tenemos y diseñar estrategias colectivas. Las personas que puedan pensar como una comunidad, actuar colaborativamente y considerar las necesidades de los demás, son quienes darán a la humanidad las mejores posibilidades de transitar hacia una nueva cultura regenerativa.

Crédito de la foto: Amartya.org

Christian Tiscornia

Educador ambiental. Docente de la Universidad Nacional de San Martin en temáticas de desarrollo sustentable y pensamiento sistémico. Fundador de la escuela para la regeneración Quinta Esencia. Abogado, licenciado en políticas públicas de la London School of Economics. Presidente de la ONG especializada en educación ambiental Amartya. 

Analía Ladisa

Comunicadora Social (UBA) Especialista en Comunicación Asertiva y Escucha Corporal. Directora de comunicación de la ONG especializada en educación ambiental Amartya. Coordinadora del Proyecto “Aula Naturaleza” en la escuela para la regeneración Quinta Esencia. 

www.amartya.org

www.quintaesencia.org.ar

Publicado con permiso de Amartya.org