Carlos es un guardián de las semillas del pasado y del futuro

En la hectárea de tierra que posee Carlos Osorio, entre decenas de hortalizas y tubérculos crece un frijol hermoso y rico llamado petaco que su tatarabuelo cultivaba hace 200 años, un frijol rebelde que germina hasta entre la maleza del monte.

Alrededor de las 83 plantas medicinales que se levantan en su huerta crecen lupinos púrpuras, una leguminosa que el mundo apenas empieza a descubrir como un potencial superalimento y que tiene la facultad de reciclar nitrógeno. Dicho en otras palabras, mientras la guerra en Ucrania tiene en jaque la producción alimentaria del planeta por la escasez de fertilizantes nitrogenados, en el Carmen de Viboral, en la finca Rena-Ser, los lupinos proveen una fertilización natural para ayudar a mantener fecundo ese edén de huertas circulares, cercas vivas y refugio de semillas criollas (que fueron introducidas hace décadas y se adaptaron exitosamente) y nativas ( propias del territorio). Todo eso es obra de Carlos, un campesino de 68 años, doctor simbólico en Agroecología en Berkeley, la mejor universidad de Estados Unidos.

SEGUIR LEYENDO EN “EL COLOMBIANO”