El argentino que desafía el modelo de agrotóxicos desde su casa de campo y con harina orgánica
Es una mañana fría pero soleada en el Paraje El Gallo, a unos 20 kilómetros de la ciudad de Tandil, en el centro-este de la provincia de Buenos Aires (Argentina). En su casa de campo, Damián Colucci se calienta con una cocina a leña. Toma y convida mate amargo. Lleva una boina y contesta las preguntas con calma, amasándolas.
Cada tanto, mira al horizonte que aparece por su ventana: se ve un campo de tierra pura, lista para trabajar. Luego mostrará con orgullo sus zapallos, sus papas y, principalmente, la harina que muele con los cereales orgánicos que produce. Lleva más de 20 años de producción agroecológica en una región que, mayormente, toma otro camino: el de cultivos con alta carga de insumos y agrotóxicos, con la consecuente erosión del suelo y contaminación. “Ahora la vida de campo no es sencilla. Ahora el campo es agroindustria”, resume.
Colucci compró este campo de 64 hectáreas en 2000, cuatro años después de la aprobación en Argentina del uso de semillas transgénicas y agroquímicos. No existía esta casa en la que está, ni el campo listo para sembrar ni los árboles. En aquellos años, era un “bicho raro”; tanto que los vecinos se preguntaban por qué un chico de 20 años había decidido dejar la ciudad para irse al campo.