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Restaurando la Tierra, Un Campamento a la Vez

En los últimos 150 años, las malas prácticas de gestión de la tierra, impulsadas por la agricultura industrial, han provocado la pérdida de la mitad de la capa superior del suelo. El suelo se está degradando tanto que algunos científicos predicen que en algunas partes del mundo, como el Reino Unido, sólo nos quedan 60 cosechas.

Se ha emitido más carbono del suelo degradado que de toda la industria del transporte. Sin una acción inmediata a gran escala, muchas partes del mundo serán inhabitables en los próximos 50 años. El conflicto por recursos como el agua y la tierra cultivable se volverá común. Millones de personas morirán de hambre o, si tienen suerte, migrarán, causando tensiones crecientes en áreas donde la tierra aún es segura para vivir.

Pero tenemos otra opción. John D. Liu, periodista internacional, científico de suelos y cineasta ha dedicado los últimos 25 años al estudio, documentación y promoción de la restauración de ecosistemas a gran escala en todo el mundo. 

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México: el secreto de un proyecto que restaura ecosistemas golpeados por la deforestación

Escuela de técnicas de agroecología trabaja en restaurar el sistema hídrico, los suelos, la biodiversidad y articular la economía local en un distrito de Guanajuato. Alrededor de 200 familias campesinas de San Miguel de Allende se han beneficiado de los talleres y comienzan a aplicar lo aprendido. Hoy cuentan con nuevos espacios para vender sus productos orgánicos.

Don Manuel García Pacheco, parado en el borde de su campo de cultivo, ese que lo vio nacer hace más de seis décadas, cuando la tierra era arada por bueyes, sonríe ampliamente mientras observa a un enérgico equipo que ha llegado a trabajar a su milpa en el distrito de San Miguel de Allende, en el estado de Guanajuato. «Estoy feliz como una lombriz», dice con entusiasmo.

Y con razón. Mucho ha cambiado en su localidad desde su regreso de los Estados Unidos, a donde emigró como millones de agricultores de subsistencia de México que ya no podían ganarse la vida con los suelos degradados y el clima árido.

“Se llegó el día en que la gente emigró pa’l norte por la pobreza, porque aquí no había ni para comprarse un buen pantalón, mucho menos un carro”, narra el agricultor, mientras dos jóvenes siembran una hilera de maguey pulquero en su parcela.

Don Manuel no duda en decir que nunca fue fácil vivir de la agricultura. No lo es para muchos mexicanos. Un estudio de 2012, elaborado por expertos de la Universidad Autónoma de Chapingo, precisa que de las 26 millones de hectáreas cultivables que posee México, casi la mitad están abandonadas. Y, básicamente, por tres razones: la migración, la ausencia del Estado y la poca rentabilidad.

Pero también están las tierras que simplemente ya no pueden ser trabajadas, porque están degradadas y en camino a la desertificación. Este problema es el responsable de que México pierda más de 100 000 hectáreas de tierras de cultivo cada año, como precisa un estudio científico.

Por eso Don Manuel García no deja de repetir que lo que le pasó fue un golpe de suerte. Y comenzó cuando su vecina convirtió su parcela en un rancho ecológico destinado a la regeneración de sus suelos en el 2009. El proyecto fue bautizado como Vía Orgánica y se convirtió en un modelo para los campesinos de la región.

Un nuevo comienzo

Don Manuel confiesa que al principio no estaba muy seguro. Recuerda que «Doña Rosana», su vecina, le hacía ver que estaba envenenando el suelo, el aire y el agua, e incluso sus cultivos, usando productos químicos.

 “Antes hasta le echábamos químicos por ignorancia y me decía: ‘Te va a hacer daño, eso no sirve’. Ya cuando me hicieron ver las cosas le paramos, desperté y me di cuenta», narra Don Manuel. “Ahora solamente le ponemos el estiércol de borrego, de res y vemos mucha cosecha. Nomás de que Dios mande lluvia”.

El proyecto de su vecina solo seguía los pasos de un creciente movimiento que desarrolla una agricultura que va más allá de lo sostenible en las granjas.

En una zona tan deteriorada de Guanajuato, uno de los estados más deforestados del país, la conservación no es suficiente, dicen los cofundadores de Vía Orgánica Rosana Álvarez , Ronnie Cummins y Rose Welch. Por eso se trazaron una meta bastante ambiciosa: nada menos que la regeneración del ecosistema —del suelo, del ciclo hidrológico, de la economía local, e incluso de las vidas de sus habitantes.

Y fue así como lo que empezó en un rancho de 25 hectáreas, se convirtió en un programa de educación agrícola que hoy se expande rápidamente hacia las poblaciones locales.

Para Álvarez, Cummins y Welch, la agricultura regenerativa es la respuesta a muchos de los problemas que arrastra México. Se refieren a la agricultura industrial que,  como indican algunos estudios científicos, pueden impactar fuentes de agua, bosques y suelos, sin contar que está entre las principales fuentes generadoras de gases de efecto invernadero.

Cuando Vía Orgánica lanzó su proyecto en el 2009 —con 25 hectáreas en total— se enfrentó a un terreno que en un buen momento albergó un vasto bosque de encinos gigantes y que tras la colonización y deforestación agresiva se transformó en un cúmulo de tierra arcillosa dura, malezas secas y suelo pelado. Pero diez años de arduo trabajo bastaron para que  el rancho vuelva a ser un oasis floreciente y altamente productivo.

170 hectáreas más se sumaron al poco tiempo a este ambicioso proyecto, al que se han unido agricultores como Don Manuel.

Hoy alrededor de 200 familias de San Miguel de Allende se han beneficiado y tienen en el centro histórico de la cercana ciudad, el restaurante y el mercado del proyecto —en el que trabajan 45 empleados locales— un espacio donde pueden vender sus productos orgánicos.

Ahora cada año miles de personas llegan para aprender sobre agricultura regenerativa y llevar de vuelta esas técnicas, en muchos de los casos, a sus comunidades y granjas.

Una escuela orgánica

El propósito de la escuela, para Rose Welch, es compartir  las técnicas que serán necesarias para regenerar la tierra y fortalecer las economías con la producción local de alimentos.

“Al presentar a los estudiantes y al público ejemplos del bosque de alimentos y huertos —explica Welch— dándoles la oportunidad de hablar con la gente local que trabaja en la granja, lo que estamos haciendo es crear esperanza y mostrar que las cosas pueden comenzar a cambiar con un proyecto pequeño que no necesita una gran cantidad de recursos o tierra para iniciar la transformación”.

Y desde afuera este esfuerzo comienza a ser reconocido. Para Narciso Barrera Bassols, antropólogo y geógrafo afiliado a la Universidad Nacional Autónoma de México, que coordina a su vez un proyecto de agroecología en la Universidad Autónoma de Querétaro, lo que han logrado es “magnífico.”

“Este espacio que tiene Vía Orgánica en San Miguel de Allende es un oasis en un mar de degradación”,  dice Barrera, autor de estudios científicos enfocados en la investigación de temas agrícolas y de sostenibilidad. “La respuesta de alguien como yo que he caminado sus proyectos es que esta isla se tiene que repetir.”

Barrera se refiere a la agroforestería, a la reforestación, a la recuperación de los suelos y a la capacidad de estos para captar el agua y el carbono. Todas estas estrategias son claves, explica, para restaurar ecosistemas altamente degradados como los del Bajío de Guanajuato, especialmente en tiempos de cambio climático.

Eliane Ceccon, experta en ciencias forestales, destaca también en su libro “Más allá de la ecología de la restauración: Las perspectivas sociales en América Latina y el Caribe” que el concepto de restauración ecológica no es justificable a menos que fortalezca la sostenibilidad social tanto como la ambiental.

“Tú no puedes llegar a un agricultor —asegura Ceccon— tan pobre como existe en la mayoría de Latinoamérica y decirle: ‘Sabes qué, tienes que restaurar este ecosistema.’ Muchos de ellos viven con problemas de inseguridad alimentaria, entonces lo primero en lo que tienes que trabajar es en la seguridad alimentaria. En segundo plano tratar de restaurar algunos elementos de la estructura del ecosistema; trabajar con plantas nativas multipropósitos, siempre dentro del concepto que produzca bienes y servicios”.

El reto de trabajar en suelos áridos

Ronnie Cummins, cofundador de Vía Orgánica, es de origen tejano, pero se considera mexicano de corazón. Él y su esposa Rose Welch fundaron la Asociación de Consumidores Orgánicos en los EE. UU. en 1998, y abrieron su primera sede mexicana en Chiapas.

Con el tiempo trasladaron el proyecto a San Miguel de Allende y se dieron cuenta que estaban en el lugar ideal para comenzar una granja orgánica.

“La agricultura orgánica no es una invención traída de los Estados Unidos; en realidad, es la forma tradicional de agricultura practicada por los pueblos indígenas de estas tierras durante miles de años», dice Cummins.

La biodiversidad era una característica de la agricultura indígena y campesina, con la milpa tradicional, que generalmente contiene hasta 50 tipos diferentes de plantas, la mayoría de ellas comestibles o medicinales: plantas silvestres como el amaranto, las verdolagas y el huazontle, conocidos colectivamente como quelites.

Estas prácticas tradicionales son las que han sido rescatadas y valoradas, y se han incorporado productos nativos como el mezquite, cuyas vainas de semillas son ricas en nutrientes; el nopal, un alimento básico de la dieta mexicana; y el agave, que antes de que los españoles comenzaran a destilarlo en tequila y mezcal, se cultivaba tradicionalmente para el nutritivo y delicioso aguamiel.

“Lo que están haciendo con su proyecto es rescatar historia, rescatar memoria, rescatar cultura, innovar”, señala Barrera. “Y lo más importante: ¿cuántos investigadores en México están dedicados al estudio de la transición agroecológica de las áreas áridas del país? La mayor parte está concentrada en el sur o sureste del país, que no son las áridas. Entonces que haya un proyecto que está haciendo eso me parece muy importante.”

Los sistemas agroecológicos de los ranchos intercalan hileras de diversos cultivos arbóreos como el mezquite, el olivo y la granada, a esto se suma el pastoreo de cabras, ovejas y caballos con manejo holístico y pollos, que fertilizan los árboles y que ayudan en el control de plagas.

La estrategia ha sido comenzar poco a poco, pero no ha sido fácil. Toda la región depende de las 20 pulgadas (500 mm) de agua que se generan al año, la mayor parte entre los meses de junio y agosto. La escasez de agua en una región que es, naturalmente, semiárida se ha visto agravada por el crecimiento de las agroindustrias, que son los grandes productores que pueden obtener un permiso del gobierno que les permite regar con agua subterránea de los pozos.

Según Cummins, alrededor del 14 % de los agricultores en la región tiene pozos. El otro 86 % depende de la captación del agua de las lluvias para poder cultivar fuera de esta breve temporada. Por eso se han desarrollado una serie de sistemas que se valen de los techos de las casas, las cisternas y estanques para almacenar el agua que los agricultores usarán a lo largo del año.

Gerardo Ruiz Smith, ingeniero agrícola y experto en permacultura, ha contribuido también con el diseño de un sistema que contornea los terrenos y los caminos para canalizar las aguas de lluvia hacia cuatro grandes estanques. A esto se suma que la restauración de los suelos ayuda también a mejorar la capacidad de estos para retener el agua.

«El problema real es que en los suelos muertos no puede infiltrarse mucha agua. Si tenemos escorrentía superficial, encuentro una manera de reducirla e infiltrarla, pero prefiero concentrarme en mejorar la vida del suelo y la capacidad de retención de agua», precisa.

«El terreno lo tengo que recuperar»

Para Azucena Cabrera, Lourdes Guerrero y Martín Tovar restaurar sus tierras se ha convertido no solo en un reto, sino también en una deuda pendiente que tienen con sus  ancestros.

Azucena, como tantos hijos de campesinos, recuerda que en un momento su padre se vio obligado a abandonar el campo y mudarse a la ciudad para trabajar como electricista y fontanero. No tenía otra salida, la agricultura no le permitía mantener a su familia.

Pero nunca renunció del todo a su parcela, siguió regresando cada fin de semana.

 “Él dijo: ‘Aquí nací, en estos terrenos comí y tengo que recuperarlos’”, cuenta Azucena Cabrera, quien por la decisión de su padre tuvo la oportunidad de crecer jugando en la milpa, de probar los tomatitos silvestres y el huitlacoche, de recoger flores y admirar a las abejas. Su infancia fue la que la convenció de estudiar agronomía, aunque asegura que buscar empleo era uno de los temas que más le preocupaba.

“Los modelos agrícolas me hacían pensar, ‘¿Qué haré cuando termine?”, confiesa Azucena Cabrera, quien encontró pronto una salida en Vía Orgánica, ahí donde hoy trabaja como coordinadora y maestra para cientos de habitantes de la zona. Ella heredó el vínculo inquebrantable que tiene su padre con la tierra.

Por eso está convencida de que es necesario “voltear a ver el sistema en su comunidad” y acercarse al abuelo para preguntarle: ”¿Qué fue, qué hacía, qué comía, cómo sabía? Porque hay mucho conocimiento nuevo y el instinto se queda dormido, y ahora el conocimiento moderno nos deslumbra”.

Hoy es testigo de cómo la agricultura orgánica va regenerando las vidas de sus compañeros de trabajo. Es el caso de Don Martín Tovar, que tras trabajar 12 horas al día en una fábrica procesadora de pollos en Estados Unidos, se siente ahora satisfecho de haber vuelto a su tierra natal y de poder mostrarle a su hijo cómo sembrar, cultivar y hacer abonos orgánicos.

Lourdes Guerrero fue de las que prefirió quedarse en México para encontrar su suerte. Sin embargo, no deja de lamentar el “terrible error” que cometió al dedicarle tantos años de vida a la industria de pollos. Aún se estremece al recordar las condiciones bajo las cuales trabajaba. Ahora se siente orgullosa de cuidar su “Granja regenerativa”,  donde circulan las aves abonando los árboles frutales mientras producen huevos orgánicos.

Rosana Álvarez ha visto muchos cambios a lo largo del trabajo con los productores. Algunos han dejado de usar agroquímicos; otros, que estaban a punto de usarlos, han tomado la decisión de resistir a las ofertas del paquete convencional del gobierno. Algunos han aprendido a hacer composta y cubrir la tierra expuesta con un colchón de materia orgánica para protegerla. La mayoría ha tomado clases y talleres, que son gratis para los campesinos.

«Están entendiendo más —dice Álvarez—, sus ojos están más abiertos, más brillantes. Están más felices, están haciendo lo que aman. Solo necesitaban una manera de mantener su economía en marcha».

Este aspecto económico es la clave del cambio, es lo que ha impulsado la aparición de más mercados orgánicos y artesanales, y es también lo que está regenerando el paisaje, sostiene Álvarez.

En marzo de este año, el proyecto dio otro gran paso:  lanzó el primero de una serie de Campamentos de Regeneración de Ecosistemas junto con el reconocido científico de suelos y experto en restauración ambiental, John D. Liu. Treinta personas de siete países llegaron a San Miguel de Allende para estudiar y con la intención de difundir luego estas técnicas en sus localidades.

«Los centros de agricultura regenerativa como Vía Orgánica están restaurando tierras degradadas y creando modelos reproducibles para reparar ecosistemas completos, literalmente desde cero», dijo Liu. «Estos métodos se están propagando como semillas para que broten en otras regiones del mundo».

Publicado con permiso de Mongabay

5 Reasons Why Biodiversity is a Big Deal

Author: Russell McLendon

“Biodiversity as a whole forms a shield protecting each of the species that together compose it, ourselves included.” — E.O. Wilson, “Half-Earth”

Earth is teeming with life, from huge blue whales and redwoods to tiny bacteria, archaea and fungi. It’s not just the only planet known to host any life at all; it has so many species in so many places we still aren’t even sure how many there are.

We do know, however, that Earth is losing species unusually quickly at the moment. We’re seeing a mass extinction event, something that’s happened at least five times before on Earth, albeit never in human history — and never with human help.

Extinction is part of evolution, but not like this. Species are vanishing more quickly than any human has ever seen; the extinction rate for vertebrate animals is now 114 times higher than the historical background rate. Humans are driving this in several ways, from poaching to pollution, but the No. 1 factor is habitat loss.

This is raising deep concerns about our planet’s biodiversity, which, as biologist E.O. Wilson has pointed out, is like an ecological shield for us and other species. In fact, according to a new study, biodiversity loss has crossed the “safe” threshold in most of the world, leaving many ecosystems in danger of collapse.

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Learning to Communicate the Lessons of the Loess Plateau

Author: John D Liu

John D. Liu, Director of the EEMP, has documented the rehabilitation of the Loess Plateau since 1995, and since then has presented his findings and the images of the Loess Plateau Watershed Rehabilitation Project to over 300 audiences in China, Europe, Africa, and USA.

Here is a clip from a recent interview with Liu where he recalls the significance of the project:

RI: Apart from the ecosystem benefits, the Loess Plateau project also helped lift 2.5 million people in four of the poorest provinces in China out of poverty. Is that correct?

Liu: Well, there are different ways to look at it because the Loess Plateau project influenced more than just the project areas. It changed national policy. Some of the negative behaviors, such as slope farming, tree cutting or free ranging of goats and sheep—behaviors that were devastating to biodiversity, biomass and organic material—were banned nationwide because of the work done on the Loess Plateau.

Landscape restoration does not only change ecological function, it changes the socio-economic function and when you get down to it, it changes the intention of human society. So if the intention of human society is to extract, to manufacture, to buy and sell things, then we are still going to have a lot of problems. But when we generate an understanding that the natural ecological functions that create air, water, food and energy are vastly more valuable than anything that has ever been produced or bought and sold, or anything that ever will be produced and bought and sold – this is the point where we turn the corner to a consciousness which is much more sustainable.”

Liu later produced a report that outlines lessons learned from the project.

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Restoring the Everglades Will Benefit Both Humans and Nature

Author: Peter Frederick

Everglades National Park (ENP) is our only national wetland park, and one of the largest aquascapes in the world. Perhaps more than any other U.S. national park, ENP’s treasures are hard to defend. Lying at the southern end of an immense watershed the size of New Jersey, ENP is caught between the largest man-made water project in the world upstream and a rapidly rising ocean downstream.

The park and the wider Everglades ecosystem have suffered immense ecological damage from years of overdrainage to prevent flooding and promote development. In 2000 Congress approved the largest ecological restoration project in the world – the Comprehensive Everglades Restoration Plan, which is expected to take more than 35 years to complete and cost at least US$10.5 billion. In addition to repairing some of the damage to this unique ecosystem, the restoration is designed to ensure reliable clean drinking water supplies for South Florida cities and protect developed areas from flooding.

The plan is making progress – but the closer it gets to its goal, the more the details matter, and some of those details have become roadblocks. As I complete my 30th year as an ecologist studying and trying to restore this great place, it is increasingly clear that restoration can work and will benefit both wild spaces and people. However, that view rests heavily on the assumption that we will commit to fixing a central problem – water storage.

Managing water flow

The Everglades drainage area stretches over 200 miles, starting near Orlando and reaching south to the Gulf of Mexico. At least 100 miles of it is made up of the wide-open grasslands called the Everglades. Nearly 83 percent of the Everglades lies outside of the national park, mostly on agricultural or state-protected lands.

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Carbon is not the problem

Author: George King

I recently had the privilege of flying Walter Jehne from the southern temperate zone of New South Wales, through the deserts of Central Australia to the subtropics of the Northern Territory.  About 20 hours of return flight time looking at and talking about Australia’s environments.  Walter is a soil microbiologist and probably the most intelligent and knowledgeable person I have ever met.  He is immensely patriotic to Australia and has the clearest understanding of environments.

Here is the layman’s version of some of what I learnt.  Carbon is not the problem, it is certainly a major symptom of the problem though.  Even if we cut our carbon emissions to zero right now it will take hundreds of years for the carbon levels to fall to pre-industrial revolution levels.  And no developed country is going to cut their standard of living so drastically.

The root problem is that on a local level we have adversely affected the hydrological cycles of the environment.  The world population and distribution is at such a saturation now that human local land management is catastrophically effecting the global environment.  The good news is that we have the ability to reverse any damage we have done to the hydrological processes, it is simple, it is affordable and we will produce more food in the process.

For the past 420 million years soils have been the foundation for the evolution of life on land, it stands to reason that the soils will hold the solution to turn around our current practice from damaging soils globally to growing them again as nature has been doing for millennia.  Almost without exception every nation’s greatest export by volume and value is eroding soil.

Our soils are formed and are governed by the microbial processes which regulate much of the Earth’s critical carbon, water, nutrient, heat dynamics, cooling and climate cycles and more importantly their interconnected balance.  The natural hydrological processes govern 95% of the heat dynamics and balance of the blue planet.  We have been damaging these hydrological processes for more than 10,000 years but particularly in the past 300 years.

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Creating sustainability? Join the Re-Generation!

Author: Daniel Christian Wahl

Faced with multiple converging crises humanity is challenged to redesign the human presence on Earth within the lifetime of present generations, writes Daniel Christian Wahl, and so transform our impact from degeneration to regeneration. We are capable of creating diverse creative cultures elegantly adapted to the uniqueness of place.

After the post-war Baby Boomers came Generation X, followed by Generation Y – the millennials – and Generation Z – the iGeneration. So what’s next?

Creating a viable future for humanity on an overpopulated planet in crisis requires all of us to collaborate, across generations, ideologies and nations. We all will need to join the re-generation!

How do we keep the lights on, avoid revolution and turmoil, keep children in school and people in work, yet still manage to fundamentally transform the human presence on planet Earth before ‘business as usual’ leads to run-away climate change, a drastically impoverished biosphere, and the early demise of our species?

Rather than rushing for solutions we’d better make sure we’re asking the appropriate questions. Albert Einstein supposedly said:

“If I had an hour to solve a problem and my life depended on the solution, I would spend the first 55 minutes determining the proper question to ask. For once I know the proper question, I could solve the problem in less than five minutes.”

It is time to step back from our cultural predisposition to want solutions and answers as quickly as possible. Do symptomatic quick fix solutions – rather than systemic transformation – actually serve the necessary culture change? Or are they merely premature responses to mistaken problem statements created within an outdated way of thinking, based on a cultural narrative that no longer serves humanity?

The right questions can reshape our perception of the world

By daring to ask deeper questions we begin to see the world differently. As we engage in conversation about such questions, we collectively begin to contribute to the emergence of a new culture. Questions – and the dialogues they spark – are culturally creative. We need to make sure we ask the right questions if we hope to bring forth the thriving, resilient, regenerative cultures and communities most of us long to live in.

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‘Carbon farming’ is used to restore overgrazed rangelands

Author: Madison Dapcevich

BILLINGS, Mont. — When it comes to farming, John Brown’s approach is more sustainable to crop diversification and better provides for carbon sequestration.

“As I was holding this handful of seeds, something shifted in me. I asked myself: why am I addicted to monoculture?” says John Brown, who has been farming since the 1970s. “It’s not just about what happens to corn and soybeans, but about what happens to our body when we only eat these crops? What happens to our culture and society when we only see these crops?”

Homegrown Prosperities, a carbon sequestration initiative led by the Northern Plains Resource Council, is underway. This grassroots conservation and family agriculture group organizes Montana citizens to protect water quality, family farms and ranches, and the state’s unique quality of life. This project aims to explore how soil health is the base of ecological, social and economic well-being, while connecting and supporting producers in the forefront.

“Agriculture, as it is turning out, is one of the best ways to draw out carbon from the atmosphere and put it back in the soil where it came from, and even enhance it,” Brown says.

The process of carbon sequestration, or “carbon farming,” is a technique that restores overgrazed rangelands into fertile fields by using photosynthesis to pull in carbon dioxide from the atmosphere and store it in the soil, while releasing oxygen. This sequestration, coupled with crop diversification and green waste composting, is an innovative approach to no-till agriculture.

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