‘Carbon Farming’ Could Make US Agriculture Truly Green

ON A FARM in north-central Indiana, Brent Bible raises 5,000 acres of corn and soybeans that go into producing ethanol fuel, food additives and seeds. In Napa Valley, California, Kristin Belair picks the best grapes from 50 acres of vineyards to create high-end cabernet sauvignon and sauvignon blanc wines. Both are part of a growing number of “carbon farmers” who are reducing planet-warming greenhouse gases by taking better care of the soil that sustains their farms. That means making changes like plowing fields less often, covering soil with composted mulch and year-round cover crops, and turning drainage ditches into rows of trees.

Now Congress is considering legislation that would make these green practices eligible for a growing international carbon trading marketplace that would also reward farmers with cash.

This morning, Bible is scheduled to testify at a Capitol Hill hearing before the Senate Agriculture Committee that is considering the carbon farming legislation.

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La cortina de humo alrededor del virus de Wuhan

Jonathan Latham, Ph. D., es un biólogo molecular y virólogo, él nos puede ayudar a comprender los orígenes del SARS-CoV-2. Latham revisa algunas pruebas durante esta entrevista. También es editor de Independent Science News.

En general, los principales medios de comunicación continúan apoyando la narrativa de que el SARS-CoV-2 es un virus de transmisión zoonótica que se originó en los murciélagos. Gran parte de la evidencia proviene de Shi Zhengli, investigadora del laboratorio de nivel 4 de bioseguridad en Wuhan, China.

Como investigador principal de China, su carrera se ha enfocado en estudiar el coronavirus del murciélago durante más de una década. En un artículo reciente, Latham y Allison Wilson, Ph. D., analizan la investigación que demuestra que esta teoría no tiene fundamentos.

“Nuestro artículo no discute que provino de un murciélago, ya que considero que la información es sólida, pero lo que sí discutimos es el mecanismo por el cual provino del murciélago”, explica Latham.

Teoría 1 sobre origen de laboratorio

El artículo de Latham presenta varias hipótesis diferentes. La más sencilla es que el SARS-CoV-2 se originó en el Instituto de Virología de Wuhan u otro laboratorio de virología BSL-2 que está aún más cerca del mercado. Uno de los investigadores se infectó y luego lo transmitió a sus compañeros de trabajo o familiares, ya sea porque no estuvieron en aislamiento o no sabían que estaban infectados.

Esta no es la teoría más probable porque pocos coronavirus de murciélago identificados de forma natural tienen la capacidad de unirse a los receptores ACE2 humanos, que es lo que les permite infectar células humanas. Para que esta teoría funcione, el virus tendría que circular entre muchas personas, al evolucionar con cada ciclo.

Teoría 2 sobre origen de laboratorio

Otra teoría es que los investigadores estaban clonando un virus de murciélago similar al SARS-CoV-2 en el laboratorio para crear un clon más infeccioso. Quizás colocaron el virus en células de mono, células de ratones o células humanas con un receptor ACE2. Un investigador podría haberse infectado por accidente.

“Se han escapado virus del laboratorio cuando las personas no logran descontaminar las muestras y se las dan a otra persona, las tiran a la basura, o cualquier otro accidente”, dice Latham.

“Entonces, el virus es idéntico al que se recolectó de la naturaleza o muy poco modificado en el laboratorio, pero después se escapa porque hay una falla en el laboratorio. Esa sería la segunda posibilidad”.

Teoría 3 sobre origen de laboratorio

Una tercera posibilidad es que estaban recolectando muestras y observando secuencias genéticas para encontrar un virus que pudieran alterar, lo que le otorga propiedades más interesantes.

Quizás encontraron algunos con la proteína espiga que tenían una mayor afinidad por el receptor ACE2. Al combinarlo con otro virus, pudieron haber creado un virus más infeccioso con la ingeniería genética.

La razón para mezclar y combinar virus en el laboratorio de esta manera es para identificar posibles patógenos pandémicos (PPP). Es decir, si dos virus salvajes entran en contacto entre sí pueden mutar en algo mortal en los humanos.

“Por ejemplo, intercambiamos las proteínas espiga para ver si los virus en los murciélagos solo necesitan desarrollar una mejor proteína espiga para convertirse en patógenos pandémicos”, explica Latham.


La ingeniería genética no deja rastros en todos los casos

Muchos de los que defienden la historia del origen zoonótico justifican su postura al decir que no existen signos de manipulación genética. Al igual que muchos otros científicos, Latham señala que hay formas de manipular un virus sin dejar rastro. Asimismo, explica los conceptos básicos del proceso de ingeniería genética:

“Lo normal es encontrar un punto de restricción en dos virus diferentes, o es posible fabricarlo. Eso te da una zona de corte en el genoma: Es decir, cortamos una parte del virus A y lo colocamos en el virus B. Por supuesto, es necesario eliminar el pedazo del virus B que ya tiene.

Entonces, solo se intercambian elementos y se usan enzimas de restricción, que son enzimas que modifican zonas específicas del ADN. Así es como se hacía antes.

Hay métodos más nuevos con PCR que son un poco más complicados. Significa que no solo se enfocan en los sitios de restricción para hacerlo. Existen métodos muy simples, pero no dejan una cicatriz o una marca. Este es el factor más importante.

También hay experimentos de cruce. Los experimentos de cruce suceden al tomar un virus que en un inicio provino de un murciélago y lo pones en células de mono o células humanas.

Lo que se observa en ese virus es que no funciona de manera adecuada en esas células porque no está adaptado a ellas. Es un virus murciélago, por lo que no funciona de manera adecuada.

Pero los virólogos han aprendido a tomar una pequeña muestra de lo que está dentro de la célula y ponerla en otra célula cuando la infección viral está fallando. Entonces, cuando esa infección se acumula toman otra muestra.

Esto se llama cruce. Permite que el virus evolucione a una forma más patógena contra las células en las que se está colocando. Entonces, siempre se coloca en la misma especie de la célula. Y también es posible hacerlo con organismos completos”.

Teoría más probable

Como señaló Latham, se desconoce cómo se ve el virus o cómo podría actuar hasta que haya sido secuenciado de manera genética. Es bastante aleatorio. Latham explica lo siguiente:

“Es posible que se haya recombinado o mutado, ya que se ha registrado un cambio genético, pero aún se desconoce hasta que se investiga, clona y crea un nuevo clon infeccioso. Entonces, existe la posibilidad de que las personas en el laboratorio no sepan que se escapó del laboratorio. En realidad, no saben qué fue lo que evolucionó.

Y, si estaban realizando ese tipo de experimentos, al colocar los virus del murciélago en células de diferentes especies, y sabemos que estaban haciendo ese tipo de experimentos, entonces también podrían desarrollar un nuevo virus.

También pueden tener una combinación de dichos experimentos. Entonces, hay investigadores que pasan moléculas recombinadas, cortaron y pegaron, y luego pusieron el virus en células nuevas como las células humanas; después lo regresan, y crean un clon infeccioso”.

De esta manera, pueden crear un virus con alta afinidad por las células humanas, aunque al principio no era infeccioso para los humanos. Una de las características importantes del SARS-CoV-2 es que su proteína espiga tiene una alta afinidad por el receptor ACE2 humano. Pero, ¿cómo surgió esta afinidad?

“Una de las respuestas es que lo transferían dentro de estas células humanas; lo cortaban y pegaban a una proteína espiga unida a estos receptores humanos que ya sabían que funcionaba bien.

Entonces, creo que cortaron y pegaron, o lo transfirieron, o hicieron una combinación de ambos, y eso hizo que una persona se infectara por algún descuido”, explica Latham.

Esto ha causado otras pandemias mundiales

El virus H1N1 que causó la pandemia de 1918 estuvo extinto durante décadas. Sin embargo, en 1977, el virus escapó durante una fuga en un laboratorio de bioseguridad en China o Rusia, lo que causó una pandemia global.

“Lo que sucedió es que el virus se extinguió y luego muto a una nueva versión del virus en 1977 en China, y era idéntica a una que había existido 20 años antes. Nadie puede explicar cómo podría haber aparecido un virus idéntico, pero permaneció oculto.

Quizás permaneció en el permafrost y desenterraron a una persona que había muerto con la gripe H1N1, pero esa fue la mejor teoría que tuvieron las personas hasta que se dieron cuenta de que quizás provenía de un laboratorio que estaba desarrollando una vacuna.”

El virus H1N1 era sensible a la temperatura, y uno de los factores que se usan al preparar una vacuna es la sensibilidad a la temperatura, como un virus deshabilitado de manera parcial.

“Todo apunta a que provino de un laboratorio y que existían laboratorios que almacenaban existencias de la misma, pero ningún laboratorio lo ha aceptado. Esto se dedujo de la secuencia de la ubicación en la que aparece, y ha sido ampliamente aceptado por los virólogos”, explica Latham.

Es incomodo pensar que esto sucedió por una fuga de un laboratorio de bioseguridad, en especial para los virólogos que realizan ese tipo de trabajo. La encefalitis equina en Venezuela también se remonta a una fuga de laboratorio. Luego encontramos la pandemia de gripe porcina H1N1 del 2009. Latham explica lo siguiente:

“Hay un artículo científico de Adrian Gibbs, que escribió con otros dos virólogos. Él considera que esto provino de una vacuna. La gripe porcina en realidad no es responsable de los virus específicos que estuvieron en los cerdos de América del Norte y Sur y Europa.

No es posible explicarlo por ese método, pero se puede explicar por la idea de que había un fabricante de fragmentos de H1N1, uno de secuencias europeas, secuencias norteamericanas, y secuencias sudamericanas, y los unió a todos para crear una vacuna universal, y de alguna manera no pudieron desactivarla.

Entonces, se la dieron a los cerdos en México y eso se convirtió en la gripe porcina, que fue la segunda pandemia de H1N1 que mató a cerca de 300 000 personas.

Tenemos toda una serie de ejemplos de virus que escapan del laboratorio, por lo que cuando las personas tratan la tesis de escape del laboratorio como algo ridículo, indignante o improbable, para mí solo demuestra su ignorancia de la historia”.

Latham también aborda las sospechas de que el VIH SIDA provenía de una vacuna contra la poliomielitis, por lo que para mayor información consulte la entrevista. Esto fue descrito en el libro The River: A Journey Back to the Source of HIV and AIDS, y revisado en un artículo del British Medical Journal que puede leer de forma gratuita.

También se sospecha que el SIV de las células de riñón de mono infectadas que se usaron para crear vacunas contra la poliomielitis y que se usaron en cientos de miles de africanos es la causa de ciertos tipos de cáncer.

Falla en la seguridad del laboratorio de Wuhan

Se han documentado muchas infracciones de seguridad en los laboratorios de bioseguridad a nivel mundial, incluyendo en el laboratorio de Wuhan. Varios se documentaron por funcionarios de la embajada de Estados Unidos que visitaron el Instituto de Virología de Wuhan en 2018.

“Creo que son puntos importantes, pero creemos que es más importante que las personas de China se pregunten sobre la seguridad biológica de este laboratorio”. En primer lugar, es muy nuevo, por lo que es una señal de alerta.

En segundo lugar, la agencia de supervisión interna de China detectó algunas violaciones del tipo que esperarían de una instalación BSL.

Han estado tratando de establecer los sistemas de certificación para sus laboratorios porque están tratando de establecer una red completa, un sistema completo de experimentos con animales y estaciones de recolección, etc., por lo que están configurando el esquema de certificación que ya han sido citados por tener violaciones.

Al final, no deberían ubicar estos laboratorios en el medio de una gran ciudad. Entonces, ya están violando lo fundamental. Deberían estar ubicados en un desierto o en la Antártida, que son áreas remotas”.

Los laboratorios de bioseguridad promueven soluciones de alta tecnología en lugar de conceptos básicos de higiene

No cabe duda de que los laboratorios de nivel 4 de bioseguridad representan una amenaza tremenda para la salud pública, ya que albergan los patógenos más peligrosos a nivel mundial y las fugas son inevitables. Pero ¿valen la pena?

Como señaló Latham, la existencia de estos laboratorios impulsa la creación de las vacunas, mientras que las estrategias de higiene, como lavarse las manos y utilizar equipo de protección, quedan en el olvido.

Los riesgos planteados por estos laboratorios también encajan en el capitalismo de la vigilancia, que ahora está recibiendo un fuerte impulso a través del despliegue de los mecanismos de seguimiento y localización de enfermedades.

“El otro día sucedió un suceso interesante. Setenta y siete ganadores del premio Nobel, la mayoría de ellos biólogos moleculares, le escribieron una carta al presidente por el recorte de las subvenciones al laboratorio de Wuhan que derivan del NIH. Richard Roberts, es quien dirige este esfuerzo ¿Cuál es su posición científica?

Está en el consejo de administración de New England Biolabs, uno de los mayores proveedores de equipos en biología molecular.

Por lo tanto, están reuniendo a todos estos ganadores del Premio Nobel para apoyar toda esta investigación de biología molecular que es muy costosa, ya que gasta cientos de millones de dólares al año, dinero que podría destinarse al PPE”.

Ese dinero también podría destinarse a estrategias más básicas como los suplementos de vitamina D para fortalecer el sistema inmunológico de la población.

La verdad tras en encubrimiento del Instituto de Virología de Wuhan

Latham y Wilson también planean escribir la verdad del Instituto de Virología de Wuhan. El ancestro más cercano del SARS-CoV-2 es una secuencia viral almacenada en el laboratorio de Wuhan. Se dice que se ha mantenido congelado durante los últimos siete años y no se ha hecho nada al respecto.

Esta secuencia provino de murciélagos que viven en una mina, y las personas que han trabajado ahí han muerto de infecciones virales. Es decir, han tenido una buena razón para examinar esa secuencia, y esa también es la más cercana al SARS-CoV-2. Shi publicó una de las primeras secuencias virales de SARS-CoV-2.

“Tres documentos explicaron que esto es ‘La secuencia del virus SARS-CoV-2′”, dice Latham. Sin embargo, “su trabajo no hace referencia a esta secuencia que habían tenido en su laboratorio. Ninguna referencia. En cambio, dicen que tomaron una muestra del congelador para secuenciarlas, y este es el pariente vivo más cercano.

Pero esto oculta el hecho de que durante siete años habían tenido otro virus, que provenía de la misma muestra. Pero al buscar en las bases de datos de ADN, este virus apareció desde diciembre.

Bueno, no necesariamente, ha estado en el laboratorio sin ser investigado. Entonces, ¿qué estuvieron haciendo durante siete años que pudo haber matado a tres mineros en 2013?”.

Es decir, es probable que el SARS-CoV-2 no sea un virus nuevo. Un ancestro cercano muy conservado ya estaba en la base de datos con el nombre BtCoV/4991, el cual ya estaba en la literatura publicada.

Sin embargo, cuando el laboratorio de Wuhan secuenció la muestra después del brote de COVID-19, solo cambiaron el nombre del antiguo virus que ha estado en hielo durante siete años.

“Darle un nuevo nombre oculta su historia. Ni siquiera reconocen que proviene de la misma muestra, que ahora se han visto obligados a reconocer que es el mismo virus. La identidad de secuencia es del 100 %.

Entonces, si hubiera un par de bases diferentes, tal vez podría hacer un argumento científico de que deberíamos darles un nombre diferente, pero no hay diferencia entre ellos. Es el mismo virus, recolectado en la mina donde murieron los mineros de una neumonía viral”.

El documento de la secuenciación genética de Shi pretende que la secuencia 4991 nunca existió. “Se han olvidado por completo de eso, esa sería la interpretación de su investigación”, dice Latham. Un segundo artículo publicado dentro de ese lapso identifica a 4991 como el pariente más cercano y afirma que proviene del Instituto de Virología de Wuhan.

El tercer trabajo de secuencia hace un análisis filogenético complicado del virus SARS-CoV-2, pero tampoco menciona que el pariente más cercano es el 4991 y que se encuentra en el laboratorio de Wuhan.

“Lo que es realmente interesante es que todos los que secuenciaron el [SARS-CoV-2], muchos laboratorios secuenciaron el virus al mismo tiempo, habrían buscado en la base de datos la información y hubieran obtenido el 4991.

Se comunican por teléfono con el Instituto de Virología de Wuhan y dicen: ‘Oh, el virus se propago en tu ciudad y ustedes son los guardianes de la secuencia viral más cercana. ¿Paso algo en el laboratorio?’. Imagínese que muchos laboratorios se preguntan: ‘¿Cómo controlar un accidente de laboratorio?’…

Lo que estoy ofreciendo es evidencia de un encubrimiento, pero no sabemos qué estaban encubriendo. Podrían haber estado ocultando algo diferente, pero lo más obvio es que están investigando un virus que se parece al SARS-CoV-2.

Solo tenemos una secuencia parcial del 4991. No tenemos el genoma completo de la muestra original. Solo proporcionaron una secuencia de 370 pares, pero es 98.7 % idéntico al SARS-CoV-2 en los nucleótidos y los 370 pares.

Esto se considera la parte más conservada del genoma, por lo que no se extrapola. Lo que es muy posible es que esa muestra provenga de algo que está mucho más cerca de cualquier cosa que haya dicho”.

Reconsiderando las medidas de salud pública

Incluso si el 4991 no coincide con el SARS-CoV-2 (que revelaría la secuencia de todo el genoma), podría estar tan cerca como para que no necesite una gran cantidad de experimentos de ganancia de función para terminar con un virus transmisible. Según Latham, “Eso es lo que pudo haber sucedido”.

La pregunta general es: ¿realmente queremos gastar el dinero de los contribuyentes en todos estos modelos de salud pública que se basan en la investigación de bioseguridad o armas biológicas?

El motivo para hacer este tipo de investigación es para prepararnos para brotes devastadores, en caso de que los virus evolucionen y muten de manera natural. Sin embargo, esa misma investigación termina siendo la fuente de los brotes más peligrosos. Como señaló Latham:

“Estas personas no han logrado predecir nada hasta ahora. Lo que han hecho es estos experimentos peligrosos y luego descubren que el próximo virus proviene de un lugar que no anticiparon, o no nos advirtieron.

Esta investigación no es realmente predictiva, pero muchos virólogos dicen que así es como predecimos la próxima pandemia, ¿qué debe hacer el gobierno? Si dictaminan que “así es como deben hacerlo”, ¿quién los va a contradecir?

Quiere mantener su empleo, entonces, ¿por qué no impulsar lo que lo mantendrá con trabajo, aunque no busquen el bien de las personas?

O ¿en qué deberíamos gastar nuestro dinero? ¿Nos enfocamos en estas enfermedades y hacemos ricos a los inversionistas de New England Biolabs y la Fundación de Gates o invertimos en algo que beneficie a la prevención y nutrición?

Además, el gran problema es: ¿por qué culpamos al comercio de vida silvestre? Esta es una pregunta importante ya que Peter Daszak, jefe de la EcoHealth Alliance, ha estado en todos los medios —como Democracy Now!, The New York Times, Scientific American, Science Magazine— y prácticamente culpa al comercio de vida silvestre, al decir que no fue una fuga de laboratorio.

Bueno, es una de las partes interesadas, ¿no es así? Su organización está financiando esta investigación. Los medios no pueden preguntarle al financiador si proviene de su laboratorio. Es ridículo. Pero eso es lo que están haciendo y lo tratan de ocultar”.

Como señala Latham, la razón por la que surgen algunos virus salvajes es porque estamos destruyendo la selva tropical y construyendo carreteras en áreas remotas. Las personas terminan contrayendo los virus porque los animales huyen de la destrucción del bosque.

Entonces, ¿por qué culpamos al comercio de vida silvestre? En todo caso, debemos abordar la destrucción de los hábitats. Sin embargo, eso sería muy malo para el negocio de Daszak porque la EcoHealth Alliance está asociada con la industria del aceite de palma.

“Encontramos que la ciencia ayuda a entender quién miente”, según Latham. “Cuando comprendemos esa parte, existe un motivo bastante fuerte para entender el análisis de lo que realmente está sucediendo.

La posibilidad de que haya escapado de un laboratorio es bastante obvia, y luego tenemos a algunas personas deambulando por los medios diciendo que ‘las fugas de laboratorio son imposibles’, por lo que sabemos que no están hablando de ciencia, más bien, están influenciados en cierta parte.

Y luego vemos a todos los demás repitiendo ese mensaje, que son las mismas personas que los apoyan y de esa manera se genera todo un caos”.

El COVID-19, declarado ahora una pandemia, sigue afectando la salud de las personas y miles ya han sido víctimas de esta misteriosa enfermedad. Pero a medida que el virus se propaga, también lo hace la información errónea que lo rodea. En estos tiempos difíciles, debe aprender a separar los hechos de la ficción para poder tomar las medidas correctas y salvaguardar su salud.

Publicado con permiso de Mercola

Semillas de cambio en tiempos de crisis

Por Claudia Flisfisch Cortés

En el contexto de la pandemia de COVID-19, muchas organizaciones de Estados Unidos y Latinoamérica que trabajan en la conservación, producción y comercialización de semillas han percibido importantes cambios en la demanda de semillas criollas y nativas. Esta situación está originando diferentes reacciones y desafíos.

Motivados por conocer más acerca de este fenómeno, Valeria García López, investigadora en agroecología en Colombia y México y David Greenwood-Sánchez, politólogo especializado en el trasfondo político de la regulación de los transgénicos en Latinoamérica, iniciaron un pequeño proceso de investigación.  Ambos son investigadores autónomos y durante los últimos años han acompañado diferentes procesos organizativos en defensa de las semillas en Latinoamérica y Estados Unidos de América.  Ambos creen que este fenómeno, en el contexto de la actual crisis económica, alimentaria y sanitaria, entrega muchas luces respecto a los desafíos que enfrentan los sistemas locales de semillas en un contexto post pandemia.

Para conocer más de su trabajo, su amor por las semillas y la diversidad biocultural, así como las motivaciones para hacer esta investigación, nos reunimos a conversar con ellos.

Una historia de amor hacia las Semillas y la Diversidad Biocultural

David es originario de Minnesota y de madre peruana. Hizo un bachillerato en economía y luego una maestría en políticas públicas. Durante sus estudios tenía que hacer una pasantía y decidió hacerla en Perú, buscando sus raíces.  Investigando, descubrió que Cusco se había declarado una región libre de transgénicos, gracias a un impulso hecho por los productores de papa y que en Perú se había hecho una moratoria contra los transgénicos. Curioso por saber más, se puso a investigar y terminó haciendo la pasantía en el Parque de la Papa, una asociación de 5 comunidades indígenas que maneja más de 1000 variedades de papa, donde además se realiza una importante labor en temas relacionados con la biodiversidad, propiedad intelectual y registros bioculturales.  Ahí descubre la agrobiodiversidad y su vínculo con la cultura, las tradiciones, y cómo a través de su cultura y su vida cotidiana las personas promueven esta gran agrobiodiversidad.  Luego decidió iniciar un doctorado en políticas públicas en la Universidad de Wisconsin, Madison.  Su investigación ha sido sobre la construcción de los sistemas que regulan los transgénicos en América Latina, usando México y Perú como casos de estudio. En México se pueden sembrar ciertos cultivos transgénicos y en Perú hay una moratoria a los transgénicos. Su investigación se centra en los distintos grupos que se reúnen por la defensa de la biodiversidad, en cómo el estado, la sociedad y los mercados globales establecen de manera conjunta ciertas dinámicas que se cristalizan en políticas para regular el uso de los transgénicos.  Esto está íntimamente relacionado con la identidad de los países, de las personas que los habitan y de qué manera esa identidad está conectada con su biodiversidad, como es el caso del maíz, en México o la papa, en Perú.

David sembrando papas en Minnesota

David sembrando papas en Minnesota

Valeria es colombiana y vive hace 5 años en México. Desde hace 6 años trabaja con redes de guardianes de semillas, principalmente en Antioquia, su región de origen. Estudió biología y luego hizo su práctica en temas de agrobiodiversidad y huertos en el sur de Colombia, cerca de la frontera con Ecuador. Ahí descubre la maravilla del mundo de la agrobiodiversidad y la enorme riqueza de las distintas facetas de la Agroecología. Enamorada de la región Alto Andina, se va a Ecuador, donde hace una maestría en conservación del páramo y su relación con el cambio climático. Una vez de regreso en Colombia descubre la Red de Semillas Libres de Colombia (RSLC).  Como en Antioquia, su región natal, no había una red local, fue convocada junto a otras personas para trabajar para la conformación de un nodo de la red ahí. Fue así como, desde fines del 2014, trabajó apoyando la creación de casas comunitarias de semillas y dando los primeros pasos para la creación de un Sistema Participativo de Garantía de Semillas (SPG), que permitiera una certificación de las semillas agroecológicas bajo criterios establecidos internamente por los propios territorios, por las organizaciones indígenas y campesinas y no por entidades externas, sean privadas o estatales. Al conversar con ella, destaca lo original de este proceso, que también ha avanzado en la declaración de Territorios Libres de Transgénicos, aprovechando los resguardos indígenas, que, al ser sitios protegidos, se eximen de cumplir con las obligaciones instaladas por los Tratados de Libre Comercio, generando una grieta para prohibir el uso de transgénicos y favorecer la conservación de las semillas nativas.  Valeria acaba de terminar su Doctorado en Ecología y Desarrollo Rural en el Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), México. El tema de su investigación fueron las distintas estrategias por la defensa de las semillas de las redes de guardianes de semillas, con estudios de casos en México y Colombia, observando que tanto en el caso de Colombia, como el de México, la defensa de las semillas nativas y criollas se ha intensificado y aglutinado ante las amenazas, que han actuado como verdaderos catalizadores, haciendo que procesos que ya existían y trabajaban de manera aislada y anónima, unieran fuerzas y se visibilizaran en torno a un objetivo común.

Valeria y su asombro ante la belleza de la cosecha

El COVID-19 como un gran catalizador del movimiento agroecológico

La pandemia que atravesamos ha dejado en evidencia la fragilidad del sistema agroalimentario convencional, basado en la agroindustria y en largas cadenas de abastecimiento, tanto de los alimentos como de los insumos externos en que se basa la agricultura convencional.  Problemas de abastecimiento de alimentos, sobre todo en los centros urbanos, así como un aumento en sus precios y la especulación han sido parte de los síntomas de esta fragilidad.  Hoy son los pequeños agricultores, las y los campesinos, los que en muchos lugares están manteniendo el abastecimiento local. En Brasil, por ejemplo, los campesinos del MST están donando alimentos a las ciudades.  Los movimientos organizados del campo están movilizando mucho alimento, mediante lazos comunitarios, evidenciando la capacidad de respuesta de los movimientos alternativos al estado o al sistema económico.

La relación entre la alimentación y la salud ha sido otro de los grandes temas que han salido a la luz en el contexto de la pandemia. Las personas con enfermedades crónicas, como diabetes, obesidad, hipertensión y colesterol alto, relacionadas con los hábitos alimenticios, son una población más vulnerable en el actual escenario. A su vez, la fortaleza o debilidad del sistema inmunológico, tiene una íntima relación con nuestra alimentación.  Hipócrates, padre de la medicina moderna, ya lo dijo hace más de 2.500 años: “Que tu alimento sea tu medicina, y tu medicina tu alimento”. Es así como hoy muchas personas han comenzado a poner más atención a sus alimentos.  Hoy, saber de dónde viene el alimento que comemos es una garantía de salud, lo que se ha visto reflejado en un aumento de interés por la alimentación sana, por tener huertos, por sembrar, por comprar alimentos de proximidad, directamente a las y los productores.

La pandemia ha servido como un catalizador, acelerando reflexiones sobre la necesidad de promover sistemas agroalimentarios locales, que han demostrado ser más resilientes y cómo la agroecología ofrece un camino lleno de propuestas y soluciones ante los vacíos que la agroindustria ha evidenciado.  Dentro de esta reflexión, los sistemas locales y resilientes de semillas cobran una importante relevancia, pues son el primer eslabón y base fundamental desde donde se construye la Soberanía Alimentaria.

Ante la Pandemia, ¿Pánico o Esperanza?: Buscando las Semillas de Cambio

Motivados por mostrar una faceta más esperanzadora de la crisis actual, más allá de la sensación de inseguridad que promueven los medios de comunicación masiva, mediante noticias alarmistas que generan pánico, Valeria y David quisieron indagar, de primera mano, acerca de qué era lo que estaba pasando con las y los productores, en particular las iniciativas relacionadas con la defensa, reproducción, intercambio y comercialización de semillas nativas, con el ánimo de rescatar reflexiones y aprendizajes en tiempos marcados por la necesidad de creatividad para impulsar cambios hacia sistemas de vida más resilientes y regenerativos.

Para concretar su investigación, realizaron un seguimiento de noticias, así como una serie de encuestas y entrevistas personales, en el formato no presencial que imponen los tiempos que corren. Participaron más de 25 iniciativas, de 6 países de América: EE.UU., México, Colombia, Chile, Argentina y Perú. Empresas medianas y familiares, iniciativas individuales, comunitarias, rurales y urbanas, tomaron la palabra.

Hallazgos

A continuación, les compartimos algunas de los hallazgos que salieron a la luz.

  • Importancia de volver a valorar lo esencial, los bienes comunes, aquello que sostiene la vida. La crisis pone en evidencia la necesidad de saber de dónde vienen nuestros alimentos, la importancia del suelo, del agua, la justicia alimentaria. Nos hace volver a lo esencial, a replantearnos lo que es verdaderamente importante: qué es lo que sostiene la vida.
  • Mayor interés por sembrar los propios alimentos. Muchas personas y organizaciones se están animando a comenzar por primera vez sus propias huertas para el autoconsumo, pues han sido concientizados respecto a la importancia de sembrar los propios alimentos en este momento.
  • Mayor valorización de la labor de guardianes y guardianas de semillas. Este escenario ha generado mayor conciencia respecto a la importancia de los alimentos, lo que hay detrás de ellos.  Se ha puesto en evidencia la importancia de las y los campesinos, así como el rol de las y los guardianes de semillas que han conservado la agrobiodiversidad de manera tradicional y que, en estos momentos de crisis, además de las semillas, también tienen los conocimientos sobre sus usos y cultivo.
  • Revitalización del intercambio o trueque por semillas y alimentos.  Muchas prácticas que pueblos originarios han practicado desde siempre, como el Ayni en el mundo andino, hoy cobran más sentido e inspiran nuevas formas de colaboración, mediante redes de confianza y de apoyo solidario.
  • Necesidad de desplegar la creatividad ante el alza de la demanda. Muchas iniciativas y emprendimientos se han visto sobre demandados, superando su capacidad de respuesta y han tenido que reestructurar sus labores de manera creativa para poder atender la explosión de pedidos.

Siembra colectiva, fotografía de Valeria García López

¿Quiénes son los que están detrás de esta alza en la demanda en las semillas?

Más que instituciones, empresas o el estado, lo que Valeria y David han visto es que son las mismas personas, las mismas comunidades las que se han estado auto organizando para acceder a las semillas y sembrar.  Rescatan iniciativas creativas de grupos y personas que tienen mucho interés por buscar soluciones y ayudar a otras personas, con buena voluntad.

David comparte, por ejemplo, una iniciativa que impulsaron junto a un grupo de amig@s, que hoy reúne a cerca de 700 personas, “Twin Cities Front Yard Organic Gardeners Club” que consiste en plantar alimentos en el frontis de las casas. Lo tradicional en las ciudades de Estados Unidos, fue siempre hacer las huertas en el patio trasero, costumbre que se instaló aún con más fuerza luego de la segunda guerra (Victory Gardens). Por lo general el frontis de la casa tiene que ser perfecto, de sólo pasto y este movimiento está cambiando esta idea para reemplazar el pasto por alimentos.

Frontis de una casa siendo transformado en huerta. Foto de David Greenwood-Sánchez

 

Otro ejemplo de Saint Paul Minnesota, donde vive, es la campaña “Outplant the Outbreak”, impulsada por una mujer, que consiste hacer paquetes de semillas y ponerlos gratis dentro de cajas donde normalmente se ponen libros, de uso público. Hoy ponen semillas y es totalmente auto gestionado de manera creativa.

Sobres con semillas como ofrenda, foto de David Greenwood-Sánchez

 

 

 

 

 

 

 

En Perú, frente a la crisis, el gobierno está impulsando una campaña llamada “Hay que papear”, con el objetivo de impulsar el consumo de la papa, como un alimento completo y nutritivo, barato, que las y los peruanos deben comer, porque la tendencia es a desvalorizar ese cultivo e invisibilizar a sus productores.

Algunos desafíos identificados

  • Aumentar la Oferta de Semillas Nativas y Criollas. La mayor demanda de semillas de polinización abierta exige un necesario aumento de la oferta, lo cual plantea desafíos de carácter organizacional, cambios estructurales que faciliten el crecimiento y desarrollo de este sector, junto a desafíos de carácter técnico, formativo, económicos y legislativos.
  • Parar las leyes y tratados que amenazan a las semillas nativas y criollas. En este momento hay leyes de semillas y tratados internacionales que favorecen a las transnacionales semilleras y la promoción de los transgénicos, amenazando los sistemas locales de semillas, que son la base de la Soberanía Alimentaria. Algunos ejemplos son la UPOV 91, la Ley de Producción, Certificación y Comercialización de Semillas o las Reformas a la Ley Federal de Variedades Vegetales, en México. Para fortalecer la Soberanía Alimentaria de los pueblos, el primer paso debería ser frenar estos tratados y leyes y promover aquellos que fortalezcan los sistemas locales de semillas, que han demostrado ser mucho más resilientes ante los cortes de las cadenas de abastecimiento y la crisis climática.  Afortunadamente, la mayor toma de conciencia respecto a la importancia de la agricultura y la alimentación que ha despertado la pandemia, así como el mayor interés por sembrar los propios alimentos, aunque sea en un par de macetas, contribuyen a despertar una reflexión respecto a la importancia de estas leyes y tratados de semillas, pues son las que estructuran todas estas dinámicas de mercado.
  • Fomentar la creación de políticas públicas y leyes que estimulen y fortalezcan los sistemas locales de semillas. Impulsar reformas estructurales a nivel de mercado para dar un espacio a estas iniciativas de comercialización – intercambio de semillas que no pueden someterse a los mismos criterios de certificación que las grandes transnacionales.
  • Generar alternativas a la certificación externa de semillas, ya sean estatales o empresas privadas, mediante modelos participativos.  Uno de los grandes argumentos del Estado y leyes de semillas para regular y la fiscalizar la producción de semillas nativas y criollas ha sido que éstas no son ni estables, ni únicas, ni homogéneas.  Los Sistemas Participativos de Garantía (SPG) buscan rescatar criterios propios. En el caso de las semillas nativas y criollas, de polinización abierta, justamente su valor y riqueza radica en su diversidad genética, que les da una enorme capacidad de respuesta y adaptación a nuevas condiciones geográficas y climáticas.  En el caso de Colombia, a lo largo de un período de 3 años, se levantaron varios talleres, foros y protocolos a nivel local y nacional, de manera de identificar cuáles eran los principios que eran importantes para las y los guardianes y guardianas de semillas, hasta llegar a un total de 7 principios.  Cabe destacar que uno de los criterios para la venta de semillas dentro de la Red de Semillas Libres de Colombia es que no se venden las semillas, sino todo el trabajo que hay detrás de ellas y que hace posible su existencia; el conocimiento, la trazabilidad, la diversidad. Eso es lo que se paga, no la semilla en sí. Eso es un gran avance, pues reconoce las semillas como un bien común, que no puede ser mercantilizado.
  • Respetar los procesos autónomos. Es necesario promover y proteger la autonomía de las comunidades que llevan practicando por miles de años la agricultura, el cuidado, selección y multiplicación de las semillas. Ellos y ellas no necesitan una validación externa, porque son prácticas que han hecho desde hace mucho tiempo.  El desafío, más que imponer reglas externas, es preguntarnos cómo los podemos apoyar, cómo podemos ser útiles para que su labor prospere.
  • Huertas Educativas. Como hay muchas personas que se animan a sembrar sus alimentos por primera vez, es fundamental generar y promover espacios educativos, huertas educativas, donde se enseñe cómo se siembra, en qué cantidades y cuáles son los cuidados necesarios para los cultivos.  Más vale comenzar por pocos cultivos y hacerlo bien, antes de integrar nuevas especies y variedades.  Las semillas son para sembrarlas, no para acumularlas. Usarlas, multiplicarla, intercambiarlas, donarlas es el camino.

Próximos pasos

Una vez terminado el análisis de los datos, Valeria y David harán una devolución de los resultados y reflexiones obtenidas a todas las personas que participaron de la investigación. También harán una nota libre de términos académicos, cercana a todo público, para evidenciar los desafíos que enfrentan los sistemas locales de semillas frente a este creciente interés que se ha despertado por las semillas nativas y criollas.

¿Te gustaría saber más acerca del trabajo que realizan Valeria y David?

Escríbeles un mensaje: vagarcialopez@gmail.com, davidgreenwoodsanchez@gmail.com

 

Claudia Flisfisch es técnica en agroecología y forma parte de la comisión de semillas y la comisión articuladora de la RIHE (Red Chilena de Huertas Educativas). Para mantenerse al día con las noticias de Regeneration International, suscríbase a nuestro boletín.

Manejo Holístico: ¿Puede cambiar el rol de la ganadería en el futuro?

Términos como regenerativo, ecológico, natural están cada vez más presentes y surge otra opción bajo el nombre de Ganadería Regenerativa (GR).

Para conocer más sobre este nuevo paradigma basado en el Manejo Holístico (MH), AgrofyNews dialogó con Juan Pedro Borrelli, coordinador de la Escuela de Regeneración (ER), un proyecto incubado por Ovis 21. Esta escuela nació en 2013 con el objetivo de enseñar y aprender actividades que promuevan la regeneración de los ecosistemas y las comunidades.

En palabras de Borelli, se trata de una ganadería que aumenta el capital biológico y social. “Permite incrementar la tasa de infiltración de agua de los campos, la biodiversidad, secuestrar carbono en suelo y favorecer las especies perennes”.

¿Cómo? Según la ER, durante mucho tiempo se creyó que había un conflicto entre producir más y cuidar la tierra. Al respecto, señalan que el MH rompió esa falsa antinomia y permitió aumentar la rentabilidad de los predios al mismo tiempo que se regenera la tierra.

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Regenerative Products Just Might Save the Planet – and the Economy

With the help of science, we’ve come to understand our impact on the planet that is our home. With each item we produce, building we construct, forest we cut down, acre we plow, and journey we make — enabled by resources we derive from our planet’s prehistoric past — we do small amounts of harm to the fragile balance of nature that sustains life. As we’ve replicated our capabilities and developed our ability to scale, those tiny harms have multiplied to the point that the cumulative damage now threatens our planetary life-support system.

Efforts to address this situation have so far consisted of denial, modest efficiency improvements, recycling, and, in some cases, the substitution of products less harmful than their predecessors. But these well-intentioned actions are not nearly enough to stop, let alone reverse, the effects of global climate change. What we need is a way to rewind the ecological tape — a regenerative approach — and the leadership to make it happen.

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Fase Vandana: la filósofa india entrevistada por Soledad Barruti

El 24 de marzo al atardecer, el primer ministro de India, Narendra Modi, le dio a la población de su país solo cuatro horas para establecer un lugar de residencia del que no podrían salir durante los próximos 21 días, salvo para satisfacer necesidades básicas. A las doce de la noche se suspendió el transporte público, se cerraron todos los negocios que no fueran alimentarios o de medicina, y las calles pasaron a ser vigiladas por la policía, que tenía la orden de garantizar el aislamiento de las mil trecientas millones de personas que conforman la séptima economía mundial del capitalismo salvaje.

El 25 de marzo ciudades como Mumbai y Delhi amanecieron así: con los mercados raleados por quienes podían asegurarse el abastecimiento de comestibles, productos de limpieza y farmacia; con los pequeños puestos de frutas, verduras y especias clausurados; y con millones de personas que viven en la calle y dependen del trabajo diario para vivir sin nada que hacer más que buscar cobijo en una ciudad superpoblada y sin habitaciones de más.

Los pobres aguantaron acomodados donde pudieron un día, dos, algunos ni siquiera eso. Tomaron lo que tenían, sus propios cuerpos, los de sus hijos, alguna tela para taparse la boca, y empezaron a caminar para volver a casa: ese destino rural del que habían salido unos 10, 15, 25 años atrás forzados por la idea de un futuro próspero en las capitales. En una semana las rutas y caminos de India se vieron colmadas por millones de personas que, hambreadas y asustadas, improvisaron la caravana migrante más grande de la actualidad, y de ese país desde 1947, cuando se retiró la colonia inglesa.

A la doctora en física, filósofa y ecofeminista Vandana Shiva el bloqueo en India la encontró en un lugar privilegiado: Derhadun, una ciudad al norte, sobre las laderas del Himalaya junto al Tibet, donde nació y vivió su infancia rodeada de bosques, y donde hoy funciona la Universidad de la Tierra y granja agroecológica que creó en 1987, su fundación: Navdanya.

Vandana no se ha movido de ahí desde entonces y, sin embargo, con un entusiasmo avivado como volcán por la contingencia, no ha dejado de desplegar ideas y proyectos para aprovechar el impulso. Porque así lo ve: “Lo que se está viviendo en este país, donde la cuarentena fue más brutal que en ningún otro, es un fenómeno masivo e inesperado de desurbanización. La vuelta a casa de millones de personas que se están reencontrando con sus familias, en lugares donde no falta comida porque hay tierras para producirla, donde la vida para ellos puede volver a tener sentido”, dice y sonríe y se enciende como pocos en esta época de miedo y parálisis. “Yo creo que estamos viviendo una gran oportunidad. Por eso lo que estoy pidiendo a quienes reciben a los migrantes, a quienes los ven retornar, es que lo hagan con los brazos abiertos, dispuestos a enseñarles a cultivar, a ser autosuficientes, a reconectarse con la comunidad”.

Para esta líder revolucionaria y pacifista nada es casual. La degradación física y moral del sistema económico, con el sistema alimentario como máximo exponente de nuestra capacidad de destrucción, nos ha dejado a merced de este virus que antes que como metáfora, funciona como Aleph. Ahí está todo: el resultado del absurdo espejismo antropocéntrico sobre el que hacemos andar la modernidad y la ineludible mutualidad de la vida en red que puede ser de contagios mortales o interconexiones virtuosas. “A mí me resulta inevitable pensar que este es un momento de volver a la raíz, y reorientar nuestro propósito, como individuos y como sociedad”, dice Vandana hablando primero de sí. “A mí el bloqueo me dejó encerrada en mis memorias de infancia y juventud. Cada día me despierto y agradezco a mis padres por estar acá, por haber plantado los árboles que me rodean estos días. Respiro, pienso, escribo, comunico consciente de todo lo que me hizo lo que soy, de cada uno de mis anhelos y luchas”.

¿Creés que algo de esa reconexión pueden estar experimentando las mujeres y hombres que volvieron a sus pueblos en estos días?

Creo que esa es la oportunidad, que experimenten eso. Porque los jóvenes que caminaron 500, 800 kilómetros para volver a sus hogares habían sido convencidos de que no había ninguna razón para producir alimentos, para vivir en el campo. Pero tras 25 años de libre mercado, globalización y desruralización, las ciudades les demostraron de la peor manera que no podían contenerlos ni a ellos ni a nadie. Que sobraban. Estamos hablando de personas que no tienen nada, que viven de lo que pueden hacer con sus cuerpos cada día. Y estamos hablando de la mitad de la población de India…

Sin embargo, los analistas hablan de la economía India como “floreciente”, “pujante”, “una demostración de lo mejor del capitalismo”, “la séptima economía del mundo”…

Es que las personas están por fuera de esos análisis. La naturaleza también. Cuando se habla de economía lo que se tiene en cuenta aquí y en todos lados es solo lo que ocurre en el mercado formal, las ganancias de las grandes compañías. En India somos una economía de mucha gente, que trabaja duro, en muy pequeños negocios. Los vegetales llegan a la puerta de cada casa. O al pequeño almacén, de los que hay muchísimos. Son los lugares que cuando cierran nadie cuenta. Por eso el primer ministro cerró el país sin analizar esas pérdidas. La economía de los pobres no se tiene en cuenta, de las mujeres no se tiene en cuenta, de los campesinos tampoco. A toda esa cantidad de personas caminando de vuelta a casa nadie las contó como pérdidas. A lo sumo les pusieron unos trenes cuando llevaban días de caminata y las imágenes eran una vergüenza nacional.

Esos mismos analistas dirían que esas personas van a volver a las ciudades no bien puedan hacerlo.

No. Yo creo que el coronavirus está revirtiendo lo que hicieron tantos años de colonización e invasión en nuestro país. Y exponiendo cómo funcionan en todo el mundo los modelos como el de Monsanto. Hace muchos años esa empresa publicó su plan: una agricultura sin agricultores, sin naturaleza, sin nada más que su combo de semillas modificadas y agrotóxicos diseminadas por el campo. Algunos le creyeron. Y lo que estamos padeciendo ahora son los resultados de esa invasión: un mundo con la naturaleza rota que permite la dispersión de virus, campos vacíos y hacinamiento en las ciudades.

Y una población cada vez más enferma.  

Eso es muy grave. No solo hay nuevas enfermedades sino que los riesgos de morir por una de ellas, como la Covid-19, aumentan con la diabetes tipo 2, la hipertensión o el cáncer que crea este modelo. Empresas como Bayer-Monsanto, y también Coca Cola, Nestlé, Kellogs son las responsables: compañías que crean productos que no son compatibles con nuestra biología.

¿Qué es lo que impide que la sociedad pueda despertar ante algo tan evidente?

Por un lado, el poder corporativo que nos atrapó en su modo de entender la vida. Este pequeño puñado de corporaciones que consolida su poder en la Segunda Guerra Mundial. En la Alemania Nazi empresas como Bayer generaban gases para matar a las personas que estaban dentro de los campos de concentración. Esas mismas compañías, terminada la guerra, cambiaron el uso de sus productos: empezaron a usarlos como herbicidas, insecticidas, fungicidas, un arsenal químico que se instaló en la agricultura continuando su capacidad de daño y de dominación a través de la violencia y el miedo. Pero además hay otro: este sistema crea adicción. Se habla de Bayer como el productor de las aspirinas. Pero antes de eso fue el productor de la heroína. Una droga altamente adictiva que debe su nombre a que te hacía sentir como un héroe. Este sistema se sostiene con ese espíritu.

Cultura zombi

El 12 de mayo las cámaras de televisión de todo el planeta apuntaban a Francia. Tras semanas de aislamiento y casi 30 mil muertos por coronavirus ese país inauguraba la Fase 1 levantando la clausura de los lugares icónicos a los que pocos creían iba a ser tan fácil volver. Ni la torre Eiffel ni el Louvre, me refiero a tiendas como Zara. El momento en que la persiana de metal subió y las luces led se descubrieron como siempre están, prendidas, los miles de compradores que aguardaban el evento, caminaron encimados en veloz procesión pagana, olvidando al instante la distancia social y el alcohol en gel.

El momento quedó inmortalizado como un nuevo hito del poder magnánimo del consumismo que se lleva puesto, ni digamos la esperanza de un futuro mejor; antes que eso: el instinto mismo de supervivencia. Y lo mismo ocurrió en Brasil, y en Estados Unidos, y parece que ocurrirá en cada lugar que decida volver a la mentada normalidad.

¿Qué te provocan esos fenómenos? 

Creo que es la mejor evidencia de lo que te decía antes, de la adicción que provoca este sistema. Las personas creen que tienen libertad de elección porque les han contado que viven en un sistema regido por el libre mercado. Pero lo cierto es que están atrapadas en un esquema consumista creado por compañías expertas en generar adicción. Las personas son forzadas a desear y comprar lo que no necesitan. Y compran y tiran, y compran y tiran, y compran y tiran, y trabajan solo para eso: comprar y tirar. Esta forma urbana y destructiva de colonialidad es lo que trajo el mundo al estado en el que está hoy y eso encuentra en algunas ciudades una representación perfecta con todo el conjunto: la mentalidad antropocéntrica, mecanicista, monocultural y dominante.

Hace unas semanas entrevisté para este mismo medio al arquitecto y activista brasilero Paulo Tavares, que hablaba de la urgente necesidad de deconstruir la arquitectura y la vida urbana bajo la perspectiva decolonial. Él planteaba que la arquitectura sirvió hasta ahora para erigir una forma de vida urbana que concreta una idea civilizatoria en antagonismo con la naturaleza. Teniendo en cuenta que la vuelta al campo nunca va a ser tan masiva como para abandonar completamente las ciudades, ¿cómo creés vos que podríamos transformar eso en algo más razonable?

Yo crecí en una ciudad en India que aun muestra que eso es posible. En mi ciudad natal había una regla: solo se podía construir en un quinto de la tierra. El resto debía estar ocupado por la naturaleza. Por eso hoy mi casa es un bosque. Podemos ser una civilización que cree caminos bordeando bosques, en vez de avanzar en línea recta talando árboles. Si queremos ciudades en armonía con la naturaleza podríamos empezar por ahí: que los árboles nos den la dirección: permitamos eso. Otro buen ejemplo de una vida urbana posible está en Xochimilco, en plena Ciudad de México: un lugar de huertas que podría alimentar a toda esa población. Eso fue creado por las civilizaciones indígenas que vivían ahí antes de la conquista. Es un método productivo y un modo de vida al que se le opone el Real State que es el modo de construir en este paradigma: especulación inmobiliaria para montar vidas lineales y rápidas. Es lo que hacemos. Vivimos así. Bueno ¿a qué nos llevó? A este parate, a este encierro. Y acá estamos. Algunos repensándolo todo por primera vez, viendo esa locura por la velocidad.

Otra de las cuestiones que se están poniendo en debate en estos días en todo el mundo es el sistema de salud. 

Así como tenemos que conseguir un equilibrio entre la ciudad y el campo, tenemos que redefinir qué es salud y hacer resurgir una conexión con nuestra salud y con nuestro cuerpo. El paradigma de salud occidental asume al cuerpo como un contenedor de órganos y funciones. Cuando alguna de esas partes se descompone se le declara una guerra a esa parte, a esa enfermedad. Así, cada terapia diseñada por el sistema médico occidental es de algún modo un ataque defensivo. Por eso sale una y otra vez la misma metáfora: la guerra. Esa que se está librando ahora contra el coronavirus, y que se libró tantas otras veces contra otras enfermedades. Es una metáfora terrible, porque esa guerra nunca se va a ganar.

Claro, si se ve la enfermedad como un desequilibrio de la vida, un ataque solo va a agravar el problema teniéndonos a nosotros como campo de batalla.

Exacto. Pero la mentalidad bélica y militarista gobierna también la relación con los cuerpos. En India el paradigma de salud es muy complejo: una ciencia para la vida. No es un sistema creador de enfermedades ni bélico. El objetivo está puesto en comprender la organización  y preservar el equilibrio de un sistema complejo: el organismo humano. Si la enfermedad es un desequilibrio, la salud radica en traer ese equilibrio de vuelta. Y eso depende mucho de la alimentación. La comida es un gran estabilizador del sistema, es la cura de todas las enfermedades para nosotros. Y eso por supuesto no está reñido con la evidencia: si nuestra comida está intoxicada, si usamos venenos para producirla ¿cómo vamos a estar saludables? Hace unas semanas lanzamos un manifiesto llamado Food for Health al que invitamos a los mejores médicos de Europa a sumarse, reunimos estudios y comunicamos una vez más que necesitamos cambiar el sistema alimentario para que sane la humanidad y la tierra.

Una de las frases trilladas favoritas del agronegocio y de la agroindustria es que esta forma de reconexión que planteás es un viaje al pasado. 

La construcción científica contrahegemónica tiene una biblioteca muy abundante. Está nutrida de papers, avances y científicos muy calificados. Pero tampoco es una novedad que los poderes buscan deslegitimarla. Y, si no pueden, la prohíben. En India también somos un ejemplo de eso. Cuando los colonos ingleses llegaron y conocieron nuestro sistema médico, el ayurveda, lo prohibieron. Hasta que se empezó a enseñar y a estudiar bajo la forma de impartir el saber de los ingleses: con universidades, currículas, modos de estudio. Entonces en los 90 en Estados Unidos  entendieron cómo funcionaban algunas cosas. La cúrcuma, por ejemplo. Una raíz que en ayurveda se usa para elevar la inmunidad. ¿Y qué hicieron? La patentaron. Pasamos de la prohibición a la apropiación.  Y es algo que sigue al día de hoy cuando la Organización Mundial de la Salud imparte los lineamientos sobre el ayurveda escriben informes en donde sugieren no nombrar a la cúrcuma.

¿Bajo qué pretexto?

Ellos dicen que están buscando la evidencia que pruebe que tomar cúrcuma eleva el sistema inmune. Pero lo hacen midiendo el efecto según su modo de evaluación, que no reproduce las formas de uso que tenemos en India, porque partimos de esta base donde un cuerpo sano y enfermo no quiere decir lo mismo. Entonces nos enredan en una carrera engañosa.

¿Y cómo responden a eso?

Huyendo de ese reduccionismo lineal, mecanicista, cartesiano que fue creado como otro modo de colonización europeo, y que considera a nuestro conocimiento superstición, nos inferioriza, se lo apropia y se queda con nuestros recursos.

Carne de soja

Teniendo en cuenta que este virus, según la evidencia científica disponible más fuerte hasta ahora se origina del abuso que generamos sobre otros animales, me gustaría preguntarte qué pensás sobre el consumo de carnes, de las granjas industriales y del veganismo como una respuesta a eso.

Desde que escuché la idea de las granjas industriales siempre me parecieron mal. Las vi crecer. Y crecen porque crece la producción de soja y maíz transgénico. El agronegocio necesita vender todos estos granos que producen. Nadie se los va a comer si no están esos miles de millones de animales. Estas fábricas de carne son mayormente subsidiadas por eso: porque sirven para que funcione el sistema. Luego creemos que son buenos negocios, pero si no estuvieran apoyados por los gobiernos, ni siquiera como eso funcionarían.

Vos sos vegetariana.

Sí, lo soy. Pero no creo que todo el mundo deba serlo. Hace un tiempo estuve en Groenlandia y cuando pregunté por qué comían carne uno levantó la mano y me contrapreguntó: “¿Te parecería mejor que importáramos tomates de África?”. Creo que tenemos que entender que podemos tener una relación violenta con las plantas –y ahí los transgénicos son un buen ejemplo- y una relación violenta con los animales –las granjas industriales son eso. Pero podés tener una relación no violenta con las plantas –como la que logra la agroecología- y una relación no violenta con los animales –que es la que tienen los pastores de Groenlandia o los indígenas: hay muchas culturas indígenas que no comen animales, pero otras muchas que sí. Las que están en Amazonas por ejemplo, protegiendo y garantizando la biodiversidad como ninguna otra cultura, lo hacen.

Claro, se trata de entender la diversidad cultural y alimentaria, expresada en un contexto determinado, como una selva, el Ártico, un lugar costero, como parte garante de la biodiversidad de ese lugar.

Sí. Tenemos que respetar las formas de vida que hay en el mundo y no podemos pensar que comer animales es igual en todos los casos. Y tampoco podemos pensar que defender una alimentación basada en plantas sea sinónimo de defender un mundo mejor. Hay personas veganas que celebran que exista la Imposible Burger: una hamburguesa artificial creada en un laboratorio mediante plantas salidas de monocultivos tóxicos, o sea tratadas con violencia, que para su producción violentan campesinos, mariposas y abejas, y animales que por supuesto ya no viven en torno a esos cultivos. Esa hamburguesa de soja que parece carne sangrienta es una mentira. Y hay algo que se llama verdad: no se puede pregonar una idea de alimentación no violenta partiendo de esos alimentos, de esa relación mentirosa con la tierra y con el propio cuerpo. A quienes pregonan eso como la salvación les diría que despierten: la alimentación basada en plantas que crecen con toda esa violencia no produce nada mejor. Coman una zanahoria y reconozcan eso como alimento: conozcan de dónde viene, cómo se produje, denle la dignidad que merece a la planta. Dejen de hablar de una alimentación basada en plantas: esa zanahoria tiene un valor enorme en su subjetividad, una historia de interrelaciones maravillosas, que incluye animales, insectos, personas: no es simplemente una planta que da igual. Y hay algo más. En el instante en que alguien dice “basado en plantas” están dando a la industria permiso para usar esa parte de la naturaleza como material para sus experimentos, manipulación y control. Y tal vez esa persona crea que llegó a algo mejor, pero solo porque permanece ciega a todo el horror que decidió no ver. Y así será llevado como otro adicto a la heroína de este sistema hacia otro nivel, más oscuro y difícil del que salir, con un costo altísimo para la tierra en su totalidad y para sí mismo.

Antes que un problema alimentario, de salud, o de vivienda, pareciera ser un problema de información.

Y de conciencia. La conciencia nos invita a actuar, a tomar las decisiones que estén a nuestro nivel. Tenemos que decir más fuerte que no a todo ese modelo agroindustrial de salud, de vida, de alimentación. Y eso incluye hoy cuestiones incómodas como estar en crisis y decir que no a las donaciones que el agronegocio hace para alimentar a los pobres. Tenemos que elevar la vara: la comida de todos, también de los pobres, debe ser saludable, sin transgénicos y sin venenos y sin mentiras. Cuanto más alta la amenaza, más grande debe ser nuestra responsabilidad para enfrentarla.

¿Sos optimista?

Bueno, estoy entrenada en la teoría cuántica. En eso me doctoré cuando terminé la carrera de Física. Entonces cuando veo un problema trato de entenderlo desde sus causa, sus raíces, sus perspectivas. También me coloco a mí misma en algún lugar de ese panorama y pienso, qué puedo hacer yo para que ese asunto sea mejor. Y no importa cuán grande el problema, al final siempre llego a lo mismo: tenés que tener semillas, producir comida y liberar tu mente. Esa es mi responsabilidad. Luego, las soluciones empiezan a acomodarse solas.

¿Cómo creés que afectará a este movimiento todo el sistema represivo que está naciendo a medida que la pandemia avanza?

Yo estoy segura de que estamos llegando a un nuevo nivel dentro del capitalismo. Será un capitalismo de vigilancia y control. Los estados van a hacer dinero de vigilarnos y lo peor es que nosotros con nuestros impuestos vamos a pagar porque nos controlen. Pero en la historia humana cada vez que ha habido opresión, se ha podido recurrir a un arma popular que sigue vigente: la desobediencia. Y en mi país tenemos un ejemplo muy importante en ese sentido: Gandhi. Con su manifestaciones no violentas, sofisticadas al punto de impedir el control de la sal que quería obtener la colonia inglesa, y conducirnos a la independencia. Eso mismo me inspiró a mi para combatir a Monsanto cuando quería patentar todas las semillas: yo llamé a la desobediencia civil a los campesinos y 33 años más tarde seguimos entendiendo que la guarda, intercambio y siembra de semillas es nuestro derecho. Ese es el espíritu que tenemos que despertar en esta época para ir en contra de las corporaciones que ya no van por un país sino que buscan globalmente quedarse con los recursos y controlarlo todo. Nosotros, los que queremos un mundo libre y una tierra sana, somos una red muy grande, mucho más grande que esa.

Imaginemos que sucede, que el encierro sirve para sacar del encierro y la opresión a millones de personas… 

Es que es lo que va a ocurrir, porque el paradigma que celebra un futuro donde las personas viven masivamente en las ciudades, y solo un 2 por ciento se queda en el campo no funciona. No hay tal futuro. Ese plan no ha sido bueno para nadie. Ahora hay que trabajar para que esas personas que quieren volver al campo o que ya volvieron encuentren ahí un modo de vivir, con compasión y consistencia. Hay que regenerar la economía rural. Ese salvataje incluye el de las tierras: tiene que haber tierra para ellos, y medios de producción. Yo estoy haciendo lo que siempre he hecho y lo que creo que hay que hacer más que nunca: conservar semillas y promover la agricultura no tóxica. Salvemos a las comunidades, salvemos la tierra: regeneremos; ese es mi plan. Afortunadamente, como en India el fenómeno de urbanización no tiene tanto tiempo, cuando las personas vuelven encuentran que sus padres y abuelos aun les pueden enseñar a cultivar. Los agricultores que ya venían trabajando de ese modo hoy me dicen: “Porque producimos nuestra comida no tenemos hambre ni estamos en crisis”. Y con ellos estamos dándoles la bienvenida a quienes vuelven. Utilicemos esta crisis para construir un sistema que sea libre de venenos, de petróleo, de semillas modificadas. Comunidades donde cada persona sea valiosa.

Es un buen momento después de todo. 

Sí. Si tienes la conciencia más o menos clara, e incluyes en tus variables la capacidad creativa y regenerativa que tiene la tierra, es un buen momento. Tenemos que volver a trabajar con la naturaleza, eso es todo. Y tenemos que trabajar puliendo nuestros corazones y nuestras mentes para estar preparados para este cambio de paradigma, de vida, que es inevitable. Es un momento que exige lo mejor de todos nosotros. Por eso cada día al levantarse hay que luchar contra la inercia. Mirar hacia adentro y preguntarse: cuál es la injusticia que no estoy dispuesta a aceptar, cuál es la brutalidad que ya no estoy dispuesta a aceptar, cuál es la forma de violencia que ya no contará conmigo. Y después salir a encarnar esas respuestas.

Publicado con permiso de La Vaca

Carbon Cowboys Versus CAFOs

The COVID-19 pandemic has brought many fragile industries to the breaking point and highlighted systemic problems in others, including the industrialized, centralized food system in the U.S. Major meat processing plants have emerged as hotspots for transmission of SARS-CoV-2, the virus that causes COVID-19.

Prior to the Defense Production Act, which compels meat plants to stay open in order to protect the functioning of the U.S. meat and poultry supply chain, being invoked in April 2020, many were forced to shut down. As threats of meat shortages emerged, farmers were faced with the grim prospect of killing thousands of food animals just because they had nowhere to send them to be processed.

The system created to serve concentrated animal feeding operations (CAFOs) has cracked during the pandemic, putting U.S. food supplies in jeopardy. Meanwhile, so-called “carbon cowboys” — those who have embraced an alternative method of food production that works with nature instead of against it — not only are surviving the upheaval but thriving, all while providing nutritious food to their communities.

‘Carbon Cowboys’ Persevere, Thrive During Pandemic

The dichotomy between CAFOs and carbon cowboys could not be more stark, with CAFOs that control the majority of U.S. meat and poultry largely reliant on a limited number of large processing plants. “The coronavirus is showing how food supply has become too centralized, especially for meat processing,” Peter Byck, an Arizona State University professor, told Fox News.

Byck directed a 10-part documentary titled “Carbon Cowboys,” following farmers who use regenerative grazing techniques, allowing them to largely avoid chemical pesticides, fertilizers and other pitfalls of industrial farming while building carbon-rich soil that increases crop health and livestock yields.

“We could use a lot more mid-level meat processing plants, all around the country. So, if one plant went down, there would be others to pick up the slack. It’s one of the reasons the farmers in the film are often making so much more money — because they’ve created their own supply chain and selling direct to customers,” Byck said.

Indeed, regenerative farmers who sell their products directly to consumers and rely on small processing plants are not facing the hardships that CAFOs are seeing. While meat from small, custom slaughterhouses is not permitted to be sold to grocery stores, schools or restaurants, it can be sold directly to customers who have purchased an entire animal prior to slaughter through a share program, as well as via local farmers markets.

Allen Williams, a sixth-generation farmer and chief ranching officer for Joyce Farms, is one of the carbon cowboys featured in the film. He cited a 400% to 1,200% increase in demand for regenerative producers, and though the film has been in the works for six years, the farmers it features stated they’re seeing a three- to 10fold increase in demand compared to last year, thanks to their ability to market directly to consumers.

Will Harris III, owner of White Oak Pastures in Bluffton, Georgia, also cited the need for smaller, decentralized processing facilities to free up the bottleneck that’s placing a hardship on so many farmers. By creating “at least one medium-sized plant in every state,” food that currently travels an average of 1,500 miles to get to consumers would only need to travel 100 or 200 miles. This, he says, is key to transforming the U.S. food system:

“We have to build out additional capacity. We need processing of the middle. We don’t need a lot more mom-and-pop processors. We need processing facilities with 100-500 per day capacity to start …

With more processors, more farms can transform and thus grow small businesses and the rural economy. These communities that are dead and boarded up will come to life and rural economies will surge. The country’s economy surges when small businesses and communities thrive.”


Meat Prices May Rise as Plants’ Poor Conditions Spread Virus

Tyson, JBS USA, Smithfield Foods and Cargill Inc. control the majority of U.S. meat and poultry, processing it in a handful of centralized mega-processing plants. The plants are notorious for their poor working conditions even under ordinary circumstances, but in the midst of a pandemic, the elbow-to-elbow spacing and fast line speeds have made the low-paying job even more hazardous.

It’s unknown just how many COVID-19 infections have occurred among the more than 500,000 workers employed by the approximately 7,600 slaughter and processing facilities in North America, but internationally it’s suggested that more than 10,000 meat workers have been infected while at least 30 have died as a result. The cases aren’t confined to inside the processing plants but, rather, are spreading to the community.

An analysis by the Environmental Working Group (EWG) found that counties with meatpacking plants, or within a 15-mile radius, reported 373 COVID-19 cases per 100,000 residents, which is close to double the U.S. average of 199 cases per 100,000.

To slow the spread of infection, some plants have slowed production to adhere to social distancing measures, while others have installed barriers between workers and in common areas. Other processing plants are ramping up efforts to automate the process, accelerating plans that have been in the works since long before the pandemic.

“You are going to see a bifurcation where the larger, more profitable facilities are going to move toward a vastly more automated meat processing facility,” Decker Walker, an agribusiness expert at Boston Consulting Group, told the Longview News-Journal. “Incentives for automation have never been higher.” Ultimately, consumers will pay for the changes being implemented throughout the industry.

Sanchoy Das, a professor at the New Jersey Institute of Technology, predicted that reduced capacity at processing plants, along with the distribution of protective equipment, could drive up conventional chicken prices by 25% to 30%, adding, “The 99-cents per pound chicken could be in short supply very quickly.”

Is Big Meat Really Cheap?

The increase in meat prices, as well as the increased demand for higher priced niche meats like heritage pork and grass fed beef, is also highlighting a socioeconomic divide in the U.S. While some grocery outlets are running out of supplies of low-priced CAFO meat, demand has ramped up for specialty meat products, for those who have the income to support it.

However, as the processing facilities spread disease and necessitate shutdowns, we’re now seeing the high price that is ultimately paid for the convenience of cheap meat, whereas regenerative farming, while often producing a higher-priced product, remains able to supply food to local communities, without the environmental destruction and disease outbreaks caused by industrial agriculture. As Bloomberg reported:

“The virus has had limited impact on the output of specialty meats for some of the same reasons those products are more expensive. The plants aren’t run on huge economies-of-scale, where hundreds of workers are jammed into elbow-to-elbow working conditions processing thousands of animals each day.

Instead, livestock are raised on organic feed and pastures and then processed in relatively tiny plants or local butcher shops. It’s small-scale production, which means social distancing is easier and companies can more readily enforce sanitary precautions. Even if one plant goes down, it only accounts for a small fraction of supply, and the larger chain isn’t broken.”

Meanwhile, prices for specialty meat are holding steady while conventional meat prices have risen sharply in recent months. The price for conventional ground chuck, for instance, increased by 57% compared to a year ago, according to USDA data.

Ultimately, if demand for grass fed meat increases, and processing facilities are available to distribute it, it can become more accessible for all. And, it’s important to remember that real costs come with Big Ag’s “cheap meat.” The Organic Consumers Association (OCA), in fact, has sued pork giant Smithfield Foods for claiming its products are the safest U.S. pork products.

“Consumers are unlikely to know that the USDA has notified Smithfield slaughter plants on multiple occasions that their pork was more likely to be contaminated with salmonella than similar products in slaughter plants of the same size,” said Ronnie Cummins, OCA co-founder and director.

“Failure to report these notifications to consumers is one thing. But claiming that its products are the ‘safest’ possible pork products in the U.S. is a blatant misrepresentation of the brand’s actual safety record,” Cummins said. “The current heightened consumer concern about safety in the meat industry is all the more reason to hold Smithfield accountable for false safety claims.”

The conditions in which cheap meat is raised and processed are the same that have been found to contribute to antibiotic-resistant disease as well as the emergence of diseases that may be transmitted from animals to humans, a high cost for all of humanity.

Food System Is Changing, Is Reform Coming?

The pandemic started with Americans hoarding food and has triggered a newfound, or perhaps old-fashioned, trend to cook more meals at home. The return to home-cooked meals has been a boon to meal kit companies, which have cashed in on Americans’ desire to eat at home and have their groceries delivered while they’re at it.

Meal-kit delivery service Blue Apron noted a 27% increase in demand in late March and early April 2020, while online food retailer Thrive Market cited two distinct waves of increased demand — the first for certain products like toilet paper and hand sanitizer and the second from those seeking to replicate their normal grocery shopping online. Many of these changes are likely to remain even post-pandemic.

“People are more confident in the kitchen than they used to be before, and more than half of them intend to cook at home more than they did before Covid-19, even as things start to settle down,” Blue Apron’s chief executive Linda Findley Kozlowski told The New York Times. Still, as Americans’ desire for fresh, safe and readily accessible food has peaked, many small farmers are struggling.

With restaurants and farmers markets closed, small farmers have lost steady customers. Many have pivoted and have begun supplying produce boxes directly to consumers, but such changes are labor intensive and farmers may not be able to keep up with the demand. In a survey of small farmers, between 30% and 40% predicted they could be bankrupt by the end of 2020.

Representative Chellie Pingree, D-Maine, is among those calling for reform and suggesting that the pandemic is providing a unique opportunity for change:

“As the owner of a small farm, I’m frequently amazed at how little Washington understands the work that goes into putting food on our plates, but coronavirus has made it impossible to ignore the labor of grocery store employees, farmers, processors and food producers. Our nation is collectively acknowledging what’s always been true: Those who grow, sell and serve our food are essential workers, and we should treat them as such.”

In addition to calling for an essential workers’ bill of rights that would provide benefits to essential workers in the food system, and expanding access to locally produced food for food banks and Supplemental Nutrition Assistance Program beneficiaries, a key part of the change should be making locally raised livestock processing more widely available.

Under current government regulations, the USDA, not individual states, has control over how meat is processed, and small farmers must send animals to be processed at a USDA-inspected slaughterhouse, which may be hundreds of miles away. The state of Maine, for instance, has only one USDA poultry plant in the state.

The PRIME Act Is More Important Than Ever

The Processing Revival and Intrastate Meat Exemption (PRIME) Act would allow farmers to sell meat processed at smaller slaughtering facilities and allow states to set their own meat processing standards. Because small slaughterhouses do not have an inspector on staff — a requirement that only large facilities can easily fulfill — they’re banned from selling their meat. The PRIME Act would lift this regulation without sacrificing safety.

“The PRIME Act would change federal regulations to make it easier to process meat locally, helping small farmers stay afloat during this economic crisis while simultaneously keeping food on our plates,” Pingree said. “This bill would shift more safety oversight to states, some of which already have equally rigorous inspection practices, and break down barriers for small farms looking to sell their product.”

The solution to food reform is not, as some lab-grown meat companies would like you to believe, to create a fake meat industry without animals — that is big technology’s ultraprocessed dream.

Replacing farms and livestock with chemistry labs is not the “environmentally friendly” alternative envisioned by biotech startups and its chemists. The long-term answer actually lies in the transition to sustainable, regenerative, chemical-free farming practices, and making the sustainably-grown foods produced by small farmers accessible to all.

Reposted with permission from Mercola

“I Can’t Breathe,” Says Africa

Ever since I saw the video of the death of George Floyd in Minneapolis, Minnesota, on the 25th May, killed by a police man who knelt on his neck for NINE MINUTES, while he was calling for his dead mother and for mercy, I have been upset and angry, as have been most people across the world and amongst different races.  I ‘ve been watching the riots in the USA and all over the world and wondering whether this will pass by as just another of these events, or whether change really is on the horizon.

We know this systemic racism started four centuries ago and, through endless and varied legal and political processes, was designed to benefit one section of a society. All other systems are subservient to this system and all other people are subservient to a race, a large number of whom are fighting to keep the privelege they feel is rightfully theirs.

I also see the knee on George Floyd’s neck as also being symbolic of how neoliberalism, and the associated neo colonialism, are putting their knee on the neck of Africa. I hear Africa saying, ‘I can’t breathe.’

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Native Plants Sequester Carbon in the Soil for Longer

Exotic plant species release 150 percent more carbon dioxide from the soil than native New Zealand plants, according to a new study from the Bio-Protection Research Centre published in Science.

The research is the latest development in an extended scientific debate over whether to prioritise planting native or exotic species to increase biodiversity and fight climate change.

While it doesn’t upset the longstanding scientific consensus that faster-growing plants sequester more carbon – and that exotic species planted outside their usual range will grow faster – the study does complicate the picture of the carbon cycle.

Carbon cycling and the soil

So what is the carbon cycle and how does CO2 get into the soil in the first place?

“It’s really important to think of it as a cycle,” the study’s lead author Dr Lauren Waller told Newsroom. Waller is a researcher at Lincoln University and a postdoctoral fellow at the Bio-Protection Research Centre.

While most people understand that plants remove carbon dioxide from the atmosphere, they don’t always realise what happens next.

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Manejo holístico. Recuperación y regeneración de pastizales en una zona difícil

El paisaje de muchos campos del centro de Río Negro es bastante monótono: tierras áridas con monte arbustivo de bajo valor forrajero, hacienda en pastoreo continuo desde hace muchos años y una muy reducida carga animal: normalmente se requieren 300 hectáreas para sostener diez vacas de cría, que generan bajo porcentaje de preñez y destete.

Esta realidad es consecuencia de las escasas precipitaciones -220 mm de promedio anual- y del sobrepastoreo con ovinos durante muchos años, que diezmó las especies forrajeras valiosas, provocó desertificación y dejó principalmente jarilla y chañares, dos especies rechazadas por la hacienda.

Sin embargo, en medio de ese desierto aparecen oasis. Es el caso del campo “Doña Rosa”, de Gustavo Urcera, quien maneja una empresa que cortó amarras con la situación tradicional y se animó a avanzar con una nueva carta de navegación -el manejo holístico de pastizales- que le permitió aumentar la carga animal en más de un ciento por ciento.

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